Pongamos en contexto el tema que agobia a los ecuatorianos:
Si te detienes a reflexionar sobre nuestras vidas, nos daremos cuenta de que nuestra realidad se basa en cómo percibimos el mundo y los cambios que en él se producen, influenciados por nuestras creencias religiosas, tradiciones, información y estrategias comunicacionales que nos imponen para que el cambio no se produzca.
La encarnizada disputa por el poder en Ecuador, por ejemplo, arrasa con las pocas luces democráticas e institucionales.
Los gobernantes, políticos, narcos y delincuentes comunes no entienden que la soberbia y la prepotencia son las impurezas del intelecto, que la maldad y el odio son la antítesis del amor, que la corrupción y la injusticia son la profunda contraparte de la honestidad, que la mentira es el antónimo de la verdad, como la venganza lo es del perdón, y la guerra de la paz, y el poder político lo es del verdadero servicio a nuestros semejantes, y el vil asesinato, en situación de muerte, lo es de la vida. Y los medios de comunicación hablan de «Feliz Navidad» y venturoso año 2025. ¡Cínicos! Lean el artículo de Reuters sobre la desconfianza en las noticias y en los periodistas.
Y seguimos violando la ley y la Constitución en las propias narices de asambleístas, contralores, jueces y fiscales. Se viola sin ningún desparpajo y se llenan de miles de denuncias en las fiscalías sin procesos, exámenes especiales sin responsabilidades en las contralorías, y el abuso de poder está a todo nivel. No importa que la sociedad esté encolerizada, y con razón.
Es incuestionable que esta es una autoinfligida catástrofe económica, ya que no se puede imputar como factores exógenos a los consabidos hechos casa adentro: corrupción, despilfarro, pésima gobernanza y sistema de comunicación manipulador de los gobiernos con el pueblo, en ocasiones en contubernio del delincuente civil con las fuerzas armadas que nunca se depuraron.
Los llamados a soluciones por fuera de la vigente Constitución hiperpresidencialista del artículo 261, numerales del 1 al 12, revelan no solo un inconformismo con la misma, sino más bien un repudio a la inseguridad jurídica que ha literalmente reducido la Carta Magna a un documento monetizado al mejor postor del poder de turno.
Estamos a un paso de convertirnos en un Estado dictatorial de consecuencias impredecibles, y un gran sector de la población guarda silencio cómplice y apuesta por el péndulo del mal menor o candidato menos malo.
Ver mi aporte vinculante con este tema en el análisis en la web Desde mi Trinchera de la ciudad de Guayaquil: Cambiemos la Constitución desde la iniciativa de la sociedad civil y no desde la iniciativa de los movimientos y partidos políticos en decadencia moral. Encontrarán los justificativos de los sectores más decadentes o estancados que hay que reformarse, cambiarse o eliminarse:
- Educación
- Salud
- El sistema electoral
- El CPCCS
- El Consejo de la Judicatura
- La vivienda
- El trabajo
- Las pensiones
- El medio ambiente
- El control de precios
- El agua
- El turismo
- Las PYMES
- El petróleo y sector energético
- La inseguridad ciudadana y jurídica, entre otros sectores deprimidos.