Cuando un chico, chica se gradúa de Bachiller celebra la esperanza; haber llegado a la meta para comenzar otra más importante: la profesión que desea forjar para ubicarse en el mundo con sentido. Cuando una pareja se casa, celebran la esperanza. Y duele decirlo, pero cuando terminan la relación por a o por b motivos, celebran la esperanza; están libre para dejar hipocresías, falsos sentimientos y comenzar otra aventura. Eso dicen, algunos. Y muchos no celebran si no que se quiebran. Cuando nos llega la muerte, ¿celebramos la vida? Difícil. Muchos caen en depresión, otros no entienden nada, algunos aceptan que la vida se acaba y punto. Me pregunto: cuando celebramos un logro ¿qué mismo celebramos si no es un paso al porvenir?
Cuando el Papa Francisco declara este año 2025 el JUBILEO DE LA ESPERANZA, que se celebra en la Iglesia Católica cada 25 años y lo describe como “ser peregrinos de la esperanza”, pues “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rom 5:5). ¿A qué mismo está invitando? La respuesta es a desarrollar la racionalidad simbólica, la que moviliza las fuerzas de la vida en la superación de sus dificultades y paradojas. Siendo los símbolos escogidos para este jubileo: La cruz como horizonte de sentido que señala el superar los límites de la vida cargando (asumiendo) y encargándose (actuando) de la realidad, aprendiendo a mirar más allá, como el horizonte del inmenso mar. Invita a peregrinar, pero al mismo tiempo anclados en esta realidad, cuyo espacio de vida es con otros y por otros no meramente por realizaciones personales o inmanentes.
Como las anclas de los barcos, necesitan asegurar que llegaron a buen puerto. El puerto al que se nos invita a llegar es a la ternura infinita y abrasadora de Dios, que da calor al corazón humano que es el que siente, visualiza y decide qué es lo mejor para una vida con sentido, para apostar por la justicia, para agradecer por el creer y la confianza y no la sin razón de un caminar vacío o ciego. El hombre y mujer con ideales camina mirando al cielo, pero con los pies firmes en la tierra. Crece como el árbol tipo bambú alto, pero bien arraigado en donde las tempestades lo doblan, pero no lo arrancan, se endereza.
La esperanza cristiana no es una ilusión ingenua ni un refugio ante la adversidad. Es una fuerza interior que se arraiga en la certeza de que el Evangelio es testimonio actual. Como señala el Papa Francisco, “la esperanza nos pone en movimiento” y nos anima a ser protagonistas de la historia, incluso en las situaciones más desafiantes. Este Jubileo nos obliga a cuestionarnos qué significa esta palabra para nosotros… San Isidoro de Sevilla, en sus Etimologías, dice que la esperanza viene a ser “como el pie para caminar, porque allí donde faltan los pies no hay posibilidad alguna de andar”.
El Papa nos recuerda que la esperanza no puede quedarse en palabras o sentimientos. Debe traducirse en acciones concretas que iluminen el presente y abran caminos hacia un futuro mejor, lo cual requiere valentía. La esperanza también nos interpela como comunidad. No podemos vivirla de manera aislada, sino que nos llama a construir juntos una sociedad más justa y solidaria. Este Jubileo es el momento oportuno para ser testigos de esperanza para quienes han perdido la suya; ser espacios de reconciliación, perdón y paz en nuestros entornos.
En qué sentido es realista la propuesta del Papa Francisco: “Si hay dos palabras que se repiten en los análisis de sociólogos, filósofos y politólogos son: desencanto e incertidumbre. A la luz de la historia está claro que no cualquier tiempo pasado fue mejor y también que cualquier situación actual (política, social, económica, cultural…) es manifiestamente mejorable. Las ilusionantes expectativas creadas por los intelectuales de la Ilustración (Kant incluso hablaba de una paz perpetua) se han quedado muy por debajo de lo esperado. La frustración y el desengaño se van apoderando de nosotros al comprobar lo poco que ha dado de sí el “homo” que desde hace unos 300.000 años dicen que viene ejerciendo de “sapiens”. ¿Cómo superar esta realidad y convertirnos en peregrinos de la esperanza?
Unas ideas concretas pueden ayudar en especial al hombre y mujer de la academia, sus estudios, su investigación y su vinculación no puede quedarse en el aire de la nada o en camino de las buenas intenciones sin concreciones de las que está lleno el infierno de la soledad y desesperación. Cinco momentos nos pueden ayudar a pensar cómo caminar en el horizonte de la paz, la justicia y la dignidad humana.
¿De dónde nos podrá venir la esperanza que nos sostenga sin desaliento para afrontar esta compleja y delicada situación? ¿De dónde esa confiada espera en que tras los nubarrones podrá brillar de nuevo el sol? Primero, de la comprensión de que el proceso de humanización es lento y no avanza linealmente, sino con leves avances y preocupantes retrocesos. Segundo, del ejercicio de una racionalidad crítica que actualice el mejor pensamiento elaborado desde Sócrates hasta Habermas y abra un horizonte esperanzador. Tercero, de la posibilidad de mejorar la acción política de modo que podamos exigir que se plantee no como una lucha encarnizada entre partidos para alcanzar el poder, sino como un servicio a las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía. Cuarto, del convencimiento de que es posible establecer complicidades entre Ética y política, Ética y empresa, y entre Ética y relaciones humanas. Y quinto, de la constatación de que hay personas que, con su estilo de vida, su dedicación, su entrega en distintos ámbitos y niveles, están ya haciendo posible un mundo distinto y mejor.
En 2025 cruzar la Puerta Santa no debe ser un simple gesto, sino un símbolo del paso hacia una vida renovada por la esperanza. La verdadera novedad de este Jubileo radica en su capacidad para sacudirnos, para transformar nuestra mirada hacia el mundo y hacia Dios.
Hoy, más que nunca, necesitamos la esperanza que no defrauda y transforma. La cuestión es: ¿Nos atreveremos?
PARA PENSAR
¿ES POSIBLE SER PEREGRINOS DE LA ESPERANZA?
Si desarrollamos la racionalidad simbólica y utópica, claro que sí
¿QUÉ SIMBOLOS ME PUEDEN AYUDAR?
EL HORIZONTE DE LA CRUZ Y EL ANCLA DE LA FIDELIDAD A LA TIERRA
¿QUÉ PASOS PUEDO DAR PARA SER PEREGRINO DE LA ESPERANZA?
Comprender lo humano, Pensar divergentemente, mejorar la acción política, establecer relaciones éticas, entregarnos