En el intrincado mundo político ecuatoriano, la figura del vicepresidente de la República ha sido históricamente un comodín en el juego del poder, la reciente emisión del Decreto Ejecutivo 500 por parte del señor presidente Daniel Noboa ha llevado esta dinámica a un nuevo nivel de complejidad y controversia, al designar a Cynthia Gellibert como presidenta encargada durante su ausencia para la campaña electoral.
La Constitución ecuatoriana es clara en su artículo 146: “en ausencia temporal del presidente, es el vicepresidente quien debe asumir las funciones presidenciales.” No obstante de lo anterior, el señor Noboa ha optado por una interpretación creativa de esta disposición, argumentando «fuerza mayor» para justificar su decisión de dejar a un lado a la vicepresidente Verónica Abad y colocar a Gellibert en su lugar, por el hecho de no haber acatado la función delegada a ella, de irnos a representar comercialmente en Ankara, capital de Turquía, configurándose así, a criterio del Gobierno, una ausencia temporal de su cargo como Vicepresidente.
La reacción de Abad no se hizo esperar, en una rueda de prensa, denunció lo que ella considera un «golpe de Estado» orquestado por el presidente Noboa para impedirle ejercer sus funciones constitucionales, presentando para tal efecto, acciones legales para anular los decretos ejecutivos que designan a Gellibert, argumentando que se está violando el orden constitucional y que se busca desplazarla injustamente de su cargo.
La Asamblea Nacional también ha mostrado su descontento, el secretario de la Función Legislativa, Alejandro Muñoz, devolvió a Noboa el oficio con el que explicaba el Decreto Ejecutivo 500, advirtiendo que solo reconocerá a Verónica Abad como presidenta encargada en ausencia del mandatario, postura personal del señor Muñoz, quien también subraya la preocupación de que las acciones de Noboa puedan sentar un precedente peligroso para la institucionalidad del país.
La estrategia de Noboa parece inspirarse en tácticas utilizadas por líderes como Donald Trump, Javier Milei y Nayib Bukele, quienes han desafiado las normas establecidas para consolidar su legal mandato y avanzar en sus agendas políticas; sin embargo, mientras que en otros contextos estas maniobras han sido vistas como muestras de liderazgo fuerte y en nuestro país, considero que muy necesarias, en el caso ecuatoriano han generado una crisis institucional que en momentos electorales, han sido utilizadas por los partidos de oposición y también por los contrarios al régimen, como un entredicho al respeto por la Constitución ecuatoriana.
Es innegable que la política requiere en ocasiones de decisiones audaces y fuera de lo común, sin embargo, cuando estas decisiones implican la supuesta manipulación de las normas constitucionales, se corre el riesgo que los aventureros y oportunistas de siempre, intenten desestabilizar un gobierno legalmente constituido y qué, a mi parecer, está haciendo lo adecuado por salir adelante como País.
La reciente designación de Cynthia Gellibert como presidenta encargada en lugar de la vicepresidenta Verónica Abad ha desatado una tormenta política y constitucional en el Ecuador, esta situación pone de relieve la fragilidad de las instituciones y la necesidad de una vigilancia constante para asegurar que el poder se ejerza con respeto a las normas establecidas, a pregunta que surge a todo esto es simple pero muy profunda: ¿Cuántos vicepresidentes podría tener el Ecuador?
