Cuando le pregunto a un joven que me diga qué símbolo le ayuda a vivir con esperanza la mayoría responde el amor de sus padres, me enseñan una foto. Hay otros que son más pragmáticos y me enseñan un celular o una laptop. Así somos, nos movemos de un extremo al otro, del símbolo de la belleza del amor familiar al símbolo del instrumento que más ayuda a conectarse con otros, trabajar, crear valor agregado si se lo sabe usar. Como quien dice pasamos de lo espiritual a lo material. Lo cierto, es que se les da un valor y en función de lo apreciado estructuran su vida.
Cuando hablamos de los símbolos de la esperanza, estamos preguntando qué realidades que no son reductibles al consumismo ni a lo material, no solo a lo espiritual; buscamos aquello que une. No promovemos el mero pensamiento positivo, ni la simple autoestima para alcanzar objetivos. Buscamos mirar profundamente sobre esta realidad y descubrir lo que ánima a vivir y convivir, a peregrinar en la vida con un norte y un sentido y saber distinguir las fuerzas principales de las secundarias; las que surgen de las fuentes de la vida que son comunes a todos los humanos, pero que no todos las cuidamos, ni valoramos y hasta nos olvidamos de dónde venimos. Por ello la esperanza es la virtud no meramente para los hombres y mujeres de fe, que creen en un Dios y en sus promesas que aún no las vivimos como realidad fáctica, pero si como el deseo real que se pueden dar el día en que todos miremos y caminemos al mismo norte de humanidad desarrollada plenamente. Lo que hoy está lejos.
La esperanza, siguiendo las propuestas que hace el Papa Francisco ser “Peregrinos de la Esperanza”, porque esta no defrauda (Rom 5, 5) es: “ La esperanza, junto con la fe y la caridad, forman el tríptico de las “virtudes teologales”, que expresan la esencia de la vida cristiana (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1,3). En su dinamismo inseparable, la esperanza es la que, por así decirlo, señala la orientación, indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana. Por eso el apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12). Sí, necesitamos que “sobreabunde la esperanza” (cf. Rm 15,13) para testimoniar de manera creíble y atrayente la fe y el amor que llevamos en el corazón; para que la fe sea gozosa y la caridad entusiasta; para que cada uno sea capaz de dar, aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe” (Spes non confundit. Bula de Convocación al Jubileo del 2025. Papa Francisco).
Pensando en los jóvenes y no tan jóvenes veo, deseo, necesito reconocer como símbolo de la esperanza a 1) la alegría, 2) la mirada 3) el caminar, 4) la sonrisa 5) la libertad. Y espero que cada uno de nosotros como individuos y comunidad, como hombres y mujeres de fe y comunidades parroquiales, movimientos juveniles, entre otros reflexionen sobre la esperanza, encuentren sus símbolos que dan sentido y pertenencia y hagamos gestos concretos que esto es lo que anhelamos y buscamos anclados en la dura realidad que podemos transformar.
¿Qué símbolo puedo reconocer? La alegría que da la energía de los jóvenes en vivir sus fiestas, sus juegos, con su grupo de amigos que pueden ser contagiados y que representan que la vida no es un valle de lágrimas, sabiendo que es dura; prima la alegría sobre la tristeza, pero hay que buscarla, desarrollarla. 2) La mirada de una persona y más de un joven dice mucho: ternura, deseos, coraje, odio, horizonte, metas. 3) el caminar, peregrinar es lo que más les gustan y lo que más necesitamos no por cuestiones de salud o cultura meramente, sino como crecimiento y muestra del por qué estudiar, por qué hacer proyectos siempre. 4) La sonrisa sincera y cariñosa es expresión de belleza, relación y sentido de la vida, de amistad y cercanía. Es lo que nunca debemos dejar de hacer. 5) La libertad como proyecto y disponibilidad para volar, soñar, no solo caminar implica no encerrarse en lo que aprisiona o achica: drogas, dependencia de tecnologías, resentimientos o fracasos. Entre otros.
El Papa Francisco, por ello nos pide cercanía con los jóvenes como símbolo de esperanza: “También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir. Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo, cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social. Sin embargo, resulta triste ver jóvenes sin esperanza. Por otra parte, cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento. La ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos. Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!”.
PARA PENSAR
-¿QUÉ ES UN SIMBOLO DE ESPERANZA?
Aquellos que unen dos realidades y marcan un horizonte
¿QUÉ SÍMBOLOS PODEMOS RECONOCER EN LOS JÓVENES?
La alegría, la mirada, el caminar, la sonrisa y la libertad
¿CÓMO FOMENTAR LOS SÍMBOLOS DE LA ESPERANZA?
CON la cercanía a los jóvenes, a los que sufren, a los que experimentan soledad