Personalmente, el debate del domingo 19 de enero de 2025 no llenó mis expectativas; tal vez gustó a los fanáticos y seguidores de cada candidato de los dos grupos.
Leónidas Iza (Pachakutik), Carlos Rabascal (ID), Luisa González (CR), Andrea González (PSP), Enrique Gómez (Suma), Daniel Noboa (ADN), Henry Cucalón (Construye), Iván Saquicela (Democracia), Francesco Tabacchi (CREO), Jorge Escala (UP), Iván Cueva (Movimiento Amigo), Víctor Arauz (PID), Pedro Granja (PSE), Jimmy Jairala (Centro Democrático), Luis Tillería (Avanza).
¿CUÁLES FUERON LAS CARACTERÍSTICAS DEL DEBATE?
En mi opinión, los debates en Ecuador se han convertido en cómodos escaparates donde los candidatos ofrecen cualquier cosa, sin medida, para impresionar a los votantes, ignorando la realidad económica y jurídica del Estado.
El formato del debate está tan mal concebido que nadie obliga al candidato a decir con detalle: ¿cómo lo hará?, ¿con qué dinero?, ¿desde cuándo?, ¿por dónde comenzará?, o ¿cómo garantiza la ejecución de lo que promete?
A esto se suma que el tiempo de exposición en un debate es tan escaso para cada candidato que, definitivamente, es mejor detenerse un poco y obligar al postulante a demostrar que lo que ofrece no es demagogia.
A preguntas simplonas, respuestas evasivas y demasiado abiertas, como, por ejemplo: “¿En su gobierno, pagará la deuda al IESS?, ¿cuántos empleos creará con su propuesta?, ¿invertirá en salud, en desnutrición crónica infantil?, ¿buscará recursos de la minería?, ¿atraerá la inversión extranjera?, ¿derrotará la inseguridad ciudadana?; con el Plan Fénix, crearemos grandes planes sociales para sectores vulnerables, cobraremos las deudas a los empresarios morosos, subiremos o bajaremos el IVA, reviviremos el gigante energético para que nunca más haya apagones, haremos reformas penales para implantar la pena de muerte, crearemos políticas públicas para eliminar la ineficiencia del sector público, ¿quiénes tienen más poder, las mafias albanesas o las italianas, o nuestros delincuentes comunes o de cuello blanco? etc.»
Fueron algunas de las decenas de ofrecimientos en ese evento denominado «debate», que yo llamo narrativas subliminales de los problemas insolutos de hace más de tres décadas.
Ninguno de los candidatos de los dos grupos mencionó que el principal problema de los ecuatorianos es su Constitución hiperpresidencialista y nadie habló de un proyecto de nueva Constitución como única salida viable a las crisis.
¿Se han preguntado ustedes si la mayoría de esas megaofertas son viables en un Ecuador donde, solo para darles un dato, durante el 2025 necesitaremos más de 45 mil millones de dólares solo para completar el presupuesto, que estará entre los 33,000 y 35,000 millones de dólares?
Necesitaremos más inversión nacional e internacional para atender las crecientes demandas de la población, que cada día está más empobrecida y sin esperanzas de cambio real. Es decir, habrá muy poco dinero para la obra estatal y la inversión social, con el FMI que nos asfixia y la narcopolítica en su mejor época.
Entonces, el ciudadano debe saber que no hay cabida para las faraónicas ofertas electorales, sino para proyectos específicos que deben orientarse a mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos más pobres.
Si bien el presidente Daniel Noboa ha tenido la determinación de tomar medidas difíciles para darle viabilidad económica al Estado, seguimos con una economía estancada y sus respuestas en el debate fueron evasivas. En el ámbito de la preparación de los candidatos, algunos que se les creía deslumbrados o capacitados como aspirantes a la Tercera Vía, como Luisa González, Andrea González y Pedro Granja, no convencieron en el debate. Cada cual lanzaba sus dardos a su oponente y, en el caso de Noboa, COMO FUENTE OVEJUNA, todos a una.
En el primer grupo de 8, decepcionaron Jairala, Cucalón y Tillería.
En el grupo de los otros ocho, decepcionaron Suquilanda y Arauz.
Lo rescatable: Tabacchi, Cueva, Gómez, Kronfle, Rabascal, Iza y Escala, con su discurso de barricada, que no desentonaron en temas de su especialidad, pero fueron muy genéricos y calculados, y algunos con «polla» en mano.
El gran perdedor es el CNE con su formato caduco. El país se quedó con más dudas que certezas, y el debate no sirvió para tomar definiciones el 9 de febrero de 2025, para votar con conciencia. Deberemos esperar que los indecisos y los votos nulos, con porcentajes altos en todas las encuestas, tomen partido, porque tampoco son confiables las encuestas pautadas con resultados sesgados en la intención de voto.
En definitiva, nada está «resolvido«. Nos vemos en el post-debate y el 9 de febrero. Mientras tanto, habrá señales.