Desde su nacimiento el voto ha sufrido muchas transformaciones, desde sociedades donde ni siquiera era permitido, hasta otras en la que, existiendo, ha sido utilizado como un instrumento de segregación ideológica, racial y social. En todos los casos, muchos ciudadanos vieron truncadas sus libertades que dio lugar a serias enmiendas constitucionales que elevaron al voto como un derecho de todos.
No voy a profundizar en el análisis histórico ni en los tecnicismos constitucionales o legales, más bien debemos analizar la parte lógica y pragmática de lo que representa el voto hoy frente a sociedades que cada vez muestran más desinterés por aquello que es saber convivir en una gran comunidad, donde cada individuo debe tener responsabilidades y aportar positivamente para que esa comunidad le otorgue sus derechos. Esa contraparte debe de existir.
El haber nacido dentro de un territorio y ser biológicamente mayor de edad faculta al ciudadano a elegir el futuro de la sociedad, pero vivir en sociedad significa mucho más, significa vivir bajo ciertas reglas en la que los derechos de unos no se crucen con los derechos de los otros, por lo tanto, todos tenemos el derecho a que los gobiernos promuevan un ambiente justo y seguro en el que a sus ciudadanos se les permita prosperar. ¿Cómo lograrlo?, si aquellos gobernantes que llegaron al poder por un grupo importante de ciudadanos no valoran aquel derecho otorgado sin esfuerzo, no hay nada positivo que esperar.
Hoy al voto no se lo valora y su calidad se ha perdido, allí las consecuencias. ¿Bajo estas circunstancias es prudente seguir manteniendo al voto como derecho de todos?
El voto tiene una connotación vital en el futuro de toda sociedad. Entonces porque cederlo como un regalo sin ninguna responsabilidad, es justamente aquel voto ignorante el que ha sumido a muchos países en desgracia, más aún, candidatos políticos postulándose a pesar de no tener ninguna calificación para servir y lo llamamos “democracia”. Se ha creado un medio perfecto para que estos personajes proliferen como cualquier plaga, pues siempre habrá alguien quien vote por ellos, el mercado del voto irresponsable está allí, simplemente hay que salir a tomarlo.
No se trata de discriminar, se trata de fomentar la responsabilidad entre aquellos que no toman con seriedad su rol en la sociedad, el voto debe de ser analizado con responsabilidad superior y los votantes deben entender la necesidad nacional. El voto irresponsable debe ser sepultado para romper el círculo vicioso que trunca el progreso.
El votante tiene que ser un ciudadano con cierta preparación y cultura. Al votante lo debe regir un código moral que sea compartido por sus ciudadanos y deba tener claro que su decisión afectará al presente y futuro de la colectividad. El votante debe analizar las propuestas de sus postulantes; exigir a los organismos del estado transparencia en los procesos de selección y demandar a los medios de comunicación la difusión de ideas y proyectos de trabajo.
El voto debe convertirse en un privilegio por el cual sus ciudadanos se esfuercen en alcanzarlo y mantenerlo, porque el voto educado es el cimiento de una verdadera sociedad democrática y progresista.
