21 febrero, 2025

«Prensacho»: Cuando el periodista se convierte en fanático

En mis años trabajando en estrategia electoral, he visto de todo: candidatos brillantes, campañas desastrosas y, sobre todo, comunicadores que abandonan su labor informativa para convertirse en soldados de la propaganda. A estos personajes los llamo PRENSACHOS  (Prensa + Despacho de propaganda)

Un prensacho no es un periodista, aunque diga serlo. No informa, adora. No investiga, justifica. No cuestiona, aplaude. Su misión en la vida es repetir el discurso de su político favorito como si fuera su community manager gratuito. Y en un contexto donde la información es clave para la democracia, su papel resulta altamente peligroso.

¿Cómo reconocer a un prensacho?

  • Siempre presenta a su político como un héroe de Marvel.
  • Si su líder se equivoca, la culpa es de “los medios vendidos” o “la oposición malvada”.
  • Usa frases grandilocuentes para disfrazar la propaganda: “visión de futuro”, “líder del pueblo”, “defensor de la verdad”.
  • Nunca hace preguntas incómodas, pero si alguien más las hace, se lanza al ataque como si su vida dependiera de ello.
  • Es el primero en compartir fake news si favorecen su causa.

Pero, ¿por qué aparecen los prensachos? La respuesta es compleja: necesidad económica, ego por estar cerca del poder, el aumento de rating o simplemente la falta de ética. No importa la razón, su impacto en la democracia es el mismo: confunden, desinforman y manipulan a los ciudadanos que eventualmente serán votantes.

Tres ejemplos de prensachos en acción

  1. El Reportero Aplaudidor: Un comunicador que trabaja en televisión y que, en cada entrevista con un funcionario, se dedica a halagarlo en lugar de preguntarle sobre los problemas del país. No importa qué crisis esté ocurriendo, su labor es construir un relato positivo, maquillando la realidad.
  2. El Influencer del Régimen: En redes sociales, hay personajes que se presentan como “analistas políticos” pero en realidad son voceros disfrazados. Sus publicaciones parecen más publicidad que análisis, y si alguien cuestiona sus ideas, responden con ataques personales.
  3. El Periodista de Encuestas Milagrosas: Algunas encuestadoras, supuestamente objetivas, publican estudios en los que el candidato en funciones siempre gana por amplio margen. Lo que no dicen es que están financiadas por el mismo equipo de campaña del candidato beneficiado.

¿Por qué los prensachos son un peligro para la democracia?

Los ciudadanos confían en los medios de comunicación para recibir información veraz y contrastada. Cuando un comunicador se convierte en un prensacho, su influencia puede ser más fuerte que la de cualquier político, ya que logra conectar con la gente de una manera que el propio líder difícilmente podría lograr.

Es válido que un medio acepte pauta publicitaria, pero la publicidad no debería comprar también la línea editorial. Si un comunicador quiere expresar su preferencia política, al menos debería hacerlo abiertamente. Sin embargo, lo realmente grave es cuando disfrazan su opinión como información objetiva y engañan a la audiencia.

Las narrativas políticas: inevitables, pero peligrosas

Toda campaña política se basa en una narrativa. Los candidatos necesitan contar una historia que los defina, que les dé identidad y que conecte emocionalmente con los votantes. Las narrativas no son en sí mismas negativas, pues ayudan a simplificar mensajes complejos y a generar identidad con el electorado. El problema surge cuando la narrativa no se basa en hechos, sino en manipulación mediática. Cuando los prensachos se apropian de la información y la convierten en propaganda disfrazada de verdad, el votante pierde la capacidad de diferenciar lo real de lo fabricado.

Ejemplo: La Alcaldía que cayó en la trampa del Prensacho

En una ciudad donde la reelección del alcalde parecía difícil, un grupo de prensachos logró inclinar la balanza. Durante meses, ciertos medios locales, aparentemente independientes, se dedicaron a repetir sin cuestionamientos los logros del gobierno municipal, omitiendo problemas graves como la corrupción en la contratación de obras públicas y el desvío de fondos.

El público, confiando en estas fuentes, creyó que la gestión era eficiente y que los cuestionamientos venían de sectores “resentidos” o “opositores sin argumentos”. Cuando finalmente se destaparon los escándalos, ya era demasiado tarde: el alcalde había sido reelegido con una mayoría contundente.

Este caso demuestra cómo la desinformación, impulsada por comunicadores sin ética, puede cambiar el curso de una elección. Los ciudadanos, sin herramientas para diferenciar entre periodismo real y propaganda encubierta, terminan votando con información manipulada.

Ejemplo: La Gobernación en Colombia y la Farsa de las Encuestas

Un caso aún más descarado ocurrió en Colombia durante una campaña para la gobernación. Un candidato con amplios recursos económicos decidió utilizar encuestadoras financiadas por su propio equipo para fabricar una falsa percepción de victoria. Durante meses, estas encuestas lo mostraban como el líder indiscutible en la intención de voto, asegurando que la elección sería solo un trámite.

Con este montaje mediático, la estrategia era clara: preparar el terreno para un fraude electoral el día de los comicios. La idea era que, si los resultados oficiales lo daban como ganador, nadie cuestionaría el desenlace porque “todas las encuestas” ya habían vaticinado su triunfo. Además, esto servía para desalentar el voto de sus adversarios, haciéndolos creer que la elección ya estaba definida.

Sin embargo, el día de las elecciones ocurrió lo inesperado: la diferencia entre los verdaderos votos y los números inflados de las encuestas fue tan grande que ni siquiera el fraude pudo revertir la realidad. A pesar de haber comprado votos el mismo día de la elección, el candidato perdió de manera abrumadora. El escándalo fue tal que ni sus propias encuestadoras lograron justificar la debacle, quedando en evidencia su falta de ética y el intento descarado de manipulación.

Este caso expone cómo la combinación de prensachos y encuestadoras corruptas puede deformar completamente la percepción electoral y socavar la democracia. No se trata solo de un problema de falta de ética, sino de un intento deliberado de condicionar el voto ciudadano y justificar posibles fraudes electorales.

Las narrativas políticas son inevitables, pero un medio de comunicación no debería convertirse en una simple herramienta electoral. En un mundo donde la manipulación mediática es una estrategia de campaña, la responsabilidad del comunicador es mayor que nunca. Y mientras existan prensachos, la lucha por una información ética y veraz será más difícil, pero no menos necesaria.

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