2 marzo, 2025

¿Gobiernan las ideologías o las personas? La verdadera pregunta electoral

Parece una pregunta fácil de responder, pero es mucho más profunda de lo que los medios de comunicación—que muchas veces fungen como publicistas de los gobiernos de turno o de ciertos candidatos, los llamados «prensachos»—quieren hacer creer.

El debate político suele reducirse a una falsa dicotomía: comunismo o derecha, como si fueran las únicas opciones viables. Sin embargo, el espectro ideológico es amplio y complejo. Los estudiosos de la ciencia política pueden hablar de liberalismo clásico o social, neoliberalismo, conservadurismo, socialismo del siglo XXI e incluso corrientes más recientes como el ecologismo político, el movimiento de globalización alternativa, el tecnoprogresismo o el identitarismo.

Pero entonces, la pregunta sigue siendo válida: ¿cuál de todas estas ideologías debería gobernar un país? ¿Existe una que haya demostrado ser superior? ¿O simplemente las ideologías sirven como herramientas discursivas para aglutinar votantes mientras los candidatos las utilizan estratégicamente para llegar al poder y gobernar según sus intereses personales?

La realidad varía según el contexto de cada país. A continuación, tres ejemplos que ilustran cómo la implementación de una ideología puede variar dramáticamente dependiendo de quién la ejecute:

  1. Aplicación del modelo neoliberal en un país latinoamericano
    En este país, la implementación extrema del neoliberalismo durante una dictadura llevó a un crecimiento económico notable, pero también a una profundización de las desigualdades sociales. Décadas más tarde, estos problemas estructurales contribuyeron a un estallido social significativo, revelando las fallas de una política económica que no consideraba la equidad.
  2. El socialismo en un país rico en petróleo
    Este país aprovechó sus vastos recursos naturales para financiar programas sociales amplios bajo una bandera de socialismo moderno. Sin embargo, la gestión ineficaz y la corrupción desencadenaron una crisis económica severa y una situación humanitaria crítica, mostrando cómo la gestión deficiente puede socavar incluso las intenciones más nobles.
  3. El pragmatismo político en un país europeo
    Este país ha sido gobernado por partidos de diversas ideologías, pero su estabilidad política y económica se ha mantenido gracias a un enfoque pragmático que pone la viabilidad y el bienestar ciudadano por encima de la rigidez ideológica. La capacidad de adaptarse y tomar decisiones basadas en las circunstancias actuales ha sido clave para su éxito sostenido.

¿Ideología o equipo? El error del votante promedio

Uno de los temas menos tratados es que las ideologías, por sí solas, no gobiernan. Son las personas quienes las ejecutan y moldean según sus intereses, realidades y capacidades. Con el tiempo, las grandes escuelas de pensamiento político han perdido relevancia práctica, y son pocos los líderes que pueden explicar con profundidad por qué defienden determinada ideología y cómo impacta en la vida real de los ciudadanos.

En su lugar, vemos ejemplos de liderazgos regionales que se han convertido en caudillismos, figuras políticas que utilizan la ideología como un disfraz conveniente, pero que gobiernan según sus propios intereses. ¿Cuántos alcaldes, gobernadores y presidentes llegan al poder bajo una bandera ideológica solo para traicionar sus postulados?

No es un pacto de sangre, es una contratación laboral

Elegir un candidato es, en esencia, como contratar a alguien para un puesto de trabajo. El ciudadano paga con sus impuestos el salario de quien gobierna, por lo que debería evaluar su experiencia, trayectoria y equipo de trabajo antes de otorgarle el voto de confianza.

La verdadera pregunta electoral

Volviendo a la pregunta inicial, la discusión no debería centrarse únicamente en qué ideología es mejor, sino en quiénes son los individuos que buscan representar esos valores. No se trata de un pacto de sangre, sino de una relación de confianza que debe ser constantemente evaluada.

El verdadero elector no es aquel que sigue ciegamente a un candidato o una doctrina, sino quien está dispuesto a exigir resultados y, si es necesario, revocar su apoyo. Esa es la esencia de la democracia.

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