9 marzo, 2025

Entre los NO pasa nada y los TODO puede pasar

El Ecuador ha vivido tanto tiempo atrapado en el mismo círculo electorero que muchos llegaron a creer que nada cambiaría, durante más de una década, el correísmo marcó el ritmo electoral, acostumbrando al país a su dominio en las urnas, sin importar la crisis, los escándalos o el desgaste del poder, cada elección parecía un trámite más que un desafío, y aunque la oposición lo intentaba, siempre llegaba dividida, desordenada y con pocas probabilidades de éxito.

Pero en esta elección, algo diferente ocurrió, el correísmo, por primera vez en más de 3 elecciones presidenciales, no quedó de primero en primera vuelta electoral, su candidata, Luisa González, apenas creció menos de un 30% en votos entre la primera vuelta anterior y la actual, mientras que su contrincante, Daniel Noboa, superó el 75% de crecimiento, cambiando completamente el panorama.

El correísmo siempre ha sabido jugar con la idea de que el poder les pertenece, no solo por la maquinaria electoral que ha construido con el tiempo, sino porque ha convencido a una parte del país de que no hay alternativa real, sino son ellos los elegidos, esta vez, el camino fue distinto y aunque la señora González pasó a segunda vuelta como es lo usual, lo hizo sin la autoridad con la que antes lo lograban los candidatos de Correa.

Aquí radica el primer gran problema del correísmo en esta segunda vuelta: ya no pueden confiar en que la dinámica electoral jugará siempre a su favor, su candidata necesita atraer nuevos votantes, pero al mismo tiempo no puede alejarse de su base más radical.

Es una ecuación muy complicada para Luisa, porque si suaviza su discurso o pretende descorreizar su campaña para seducir indecisos, corre el riesgo de perder a los más fieles correístas que son su gran plataforma política.

La sorpresa de esta elección la ha sido el presidente actual, no solo porque llegó a segunda vuelta cuando algunos no lo consideraban un finalista serio, (al menos RC5 hasta mediados de diciembre anterior, se presentaban como ganadores en primera vuelta), sino por la manera en que logró crecer en votación, orientando su campaña en construir confianza en lugar de alimentar el enfrentamiento ciudadano.

La gente votó por él en gran parte porque representa algo diferente a lo que han sido las elecciones pasadas, no es la derecha tradicional que ya fracasó en el intento de frenar al correísmo, ni es un político con un largo historial de disputas en la arena pública su imagen es la de alguien que puede administrar, que puede gobernar sin caer en el caos y si los hay, los soluciona.

El voto por Noboa no es solo un voto de confianza en él, también es un voto de cansancio y desprecio al correísmo y de rechazo a la polarización, es una votación que, si no se cuida, puede disiparse.

La polarización o mejor dicho la dicotomía correísmo / anti correísmo, ya no está sola, ahora hay una nueva división: entre los que confían en Noboa y los que lo ven como otra apuesta incierta en un país que ya ha tenido demasiadas decepciones, entre los que creen que puede representar un cambio real y los que temen que su inexperiencia lo convierta en otro presidente sin fuste.

Nuestro querido Ecuador enfrenta una elección distinta a todas las anteriores. Ya no hay un ganador anticipado, ya no hay una ventaja clara, ya no hay certezas, el correísmo llega debilitado, eso sí, con una base sólida pero con techo, el presidente Noboa llega con el viento a su favor, pero con una prueba de fuego que aún tiene que superar.

Quedamos nuevamente los ciudadanos de a pie en este balotaje del 13 de abril próximo, Entre los NO pasa nada y los TODO puede pasar.

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