Rápidamente, sin detalles (eso, para los historiadores), debe decirse que solo tres organizaciones políticas tienen larga historia en Ecuador: el Socialista, de ideología de izquierda, creado en 1926; el Social Cristiano, de centro derecha, fundado en 1951; y, la Izquierda Democrática, de pensamiento social demócrata, registrada en 1970. Con estos mismos nombres, desde su nacimiento y hasta ahora, han participado en lides electorales y han jugado un rol protagónico en la vida del país. De los inexistentes partidos Conservador y Liberal, los más antiguos reconocidos como tales en Ecuador, se desprenden los arriba indicados y otros tantos que han tenido corta vida por su condición caudillista. Hoy, gracias a la normativa legal, hay alrededor de 250 agrupaciones políticas, identificadas como partidos y movimientos nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales, lo cual, inequívocamente, es una vergüenza.
En medio de esta realidad, es el Partido Social Cristiano el que, debido al pésimo resultado electoral de los recientes comicios está en la boca de analistas y comentaristas de la política nacional. Casi en todos los casos y de modo expreso, como si se tratara de un personal enemigo o como si hubieran sido sus víctimas individuales, encuentran en su máximo líder todas las culpas de lo sucedido. Hasta por actos reñidos con la ley por parte de algún abusivo coideario, que ya ha sido juzgado y sentenciado, le exigen pedir disculpas, dar la cara y asumir también la responsabilidad que no le pertenece. Él, oportunamente, en declaraciones públicas, ha reconocido conocerlo y tener amistad. También, no obstante, ha sido muy claro en decir que es el acusado el que debe defenderse y si es culpable pagar por las faltas cometidas.
El resultado electoral del 9 de febrero anterior, como es de dominio general y principalmente de los analistas y comentaristas -quien diga lo contrario, miente-, es el reflejo de lo que se llamó “voto útil”. Por ello la contienda, a pesar de existir 16 candidatos, se dirimió solo entre dos, que se repartieron el 88% de los votos (44% para cada uno), y siendo esa la verdad, no otra con la que tendenciosamente se construyen narrativas expresas, son esas mismas candidaturas las que consiguieron 67 y 66 asambleístas para el próximo periodo legislativo. En el primer caso, los 14 candidatos restantes obtuvieron el 12% y para asambleístas sólo 18 representan a 6 partidos y movimientos. Simplificar el análisis y el comentario, como se lo está haciendo, significa haber encontrado en el resultado electoral, el espacio ideal para la vendetta, particularmente contra el PSC y su máximo dirigente. Ese análisis, en consecuencia, está descalificado moralmente por los embustes y por sus deliberados sesgos políticos.
Cuál será el destino socialcristiano en el futuro inmediato, no se sabe. Lo cierto es que ha caminado campante desde 1951. Qué sucederá con su máximo líder, el tiempo se encargará de responder. Por el momento, cualquier cosa que se diga o se profetice, resulta demasiado apresurado.