17 abril, 2025

La rana René

El remoquete de «Mama Lucha» que se le venía imputando no la alteraba ni conmovía, a pesar de estar ligado a un personaje siniestro, pues era la jefa de una banda de maleantes que hizo fechorías y media en Quito. Nunca le molestó la comparación que reflejaba existir armonía y coincidencias entre los personajes. Debió haber reclamado, considerando acaso que le parecía un poco exagerado el símil.

Su desempeño en el debate, que remedaba a su amo y señor, estaba cumpliendo su objetivo de dividir a la sociedad, generar odios, complejos, rencores y mentir a raudales. Es decir, iba bien, porque solo tenía que decir «maná, maná, tututiruri», hasta que se le recordó el apodo que los propios miembros de su banda acertaron en considerar como propio por sus características morfológicas y cívicas: la rana René.

A partir de ese momento, la rana René perdió los estribos, disipó la compostura que tanto le costó mantener y se dedicó a insultar a diestro y siniestro. «Maná, maná, tututiruri».

Hay apodos que nos tienen sin cuidado, incluso nos gustan, los que aceptamos sin problemas; otros que nos marcan en la vida, y aquellos que nos parecen ofensivos porque recalcan nuestras características menos dignas. Nada podemos hacer para que se olviden de un apodo que delata.

Los apodos, en su mayoría, responden al físico de las personas, como gordo, flaco, chino, pelado, patojo, patucho, negro, etc. Otros responden a nombres de animales, como zorro, burro, tortuga, pulga, gato, perro o borrego, tan de moda. Finalmente, los que reflejan las características del carácter del involucrado, su escala de valores o capacidad de análisis, como sapo, chiro, meco, cacorro, lelo, mameluco (que significa tonto) y el más utilizado y gracioso: «huevón», cuyos requisitos para su endilgue demandan muchos pasos y exigencias sociales. En otras palabras, no cualquiera es huevón.

Comprendo el malestar, cólera y arrebato de la ex Mama Lucha cuando se le atribuye una figura de títere y fantoche como la rana René. Debe ser duro y difícil de roer, mamarse un remoquete de una marioneta creada nada menos que en el imperio que tanto odian, con el agravante de que su utilización e imagen han creado riqueza en vez de pobreza, que es lo que desea esparcir el comunismo activo que pregonan.

Haberle puesto un nombre tan servil, de marioneta, por parte de sus coidearios, a quienes ella está obligada a aupar, es inaceptable.

Valga la oportunidad para felicitar a la rana René, por habernos hecho conocer que ni Guevara, ni Castro, ni Chávez, ni Maduro, ni Correa, y menos ella, han dicho jamás «hasta la victoria siempre». Ahora sabemos que fue una frase dicha por el manabita Eloy Alfaro.

Con el espíritu cívico que me caracteriza, los días lunes, pido a Daniel Noboa que, de ser elegido presidente, le ponga a un pabellón de la penitenciaría del Litoral el nombre de Victoria. Entonces tendrá sentido la frase de todos los correístas: «hasta la victoria siempre».

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