El artista Gustav Klimt pintó a comienzos del siglo XX sus obras ESPERANZA I (1903) y ESPERANZA II (1907). En ellas, retrató a dos mujeres embarazadas como representación de la virtud. En la primera, la mujer mantiene las manos juntas entre el vientre y el pecho y mira directamente al espectador, con un semblante de paz y tranquilidad, pese a estar rodeada de la muerte y otras figuras tenebrosas. Es que el pintor, según planteó años después, quiso transmitir que “solo dentro de ella surge la belleza, la esperanza. Y lo expresa con su mirada”.
Hoy cuando hablo con jóvenes universitarios, casi digo “adolescentes”, pues están en procesos de maduración humana muy incipiente. Y pregunto cuándo tienen planificado tener hijos, viene la risa y frases de todo tipo: -uhyyyy eso está por verse-, -mis perritos son más fáciles de criar- -no está en mis planes casarme, entre otras. No quiero analizar las intenciones o razones profundas o superficiales de tales afirmaciones, pero se puede constatar que la tasa de natalidad va decreciendo: 2021: 16,82‰. 2020: 17,04 2019: 17,34‰.
La tasa de natalidad en Ecuador pasó de 6,8 hijos en 1950 a 1,7 en 2024. De hecho, esta última cifra se encuentra por debajo del umbral de reemplazo, que es 2,1 hijos por mujer, el necesario para asegurar que la población no decrezca. La priorización del desarrollo personal, la crisis económica, la crisis de violencia, el uso de métodos anticonceptivos y la postergación de la gestación son algunos de los factores que explican esta disminución. (https://www.primicias.ec/sociedad/tasa-fecundidad-ecuador-poblacion-decrecimiento-79338/).
Sabemos que el “embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso” (Papa Francisco Amoris Laetitia 168). Cuando una mujer se da cuenta de que está embarazada, cada día aprende a vivir en espera de ver la mirada de ese niño que vendrá. Y eso es esperanza. Por ello, quienes apuestan por la familia, por los hijos es apostar por la belleza de la vida nada ingenua y llena de fortaleza y esperanza, no porque la especie se perpetúa, sino porque dar a luz es esperar la novedad. Los que vienen nos traen alegría y novedad a la historia. La vida no es una eterna repetición de lo mismo, sino un misterio que anima a buscar alternativas, no solo compañía.
Un pasaje de las escrituras nos relata una imagen bellísima que Jesús ha dejado a los discípulos durante la última cena: “La mujer cuando va a dar a luz, está triste, porque ha llegado su hora, está con dolor, pero cuando ha dado a luz al niño (a), ya no se acuerda del aprieto, por el gozo de que ha nacido un hombre/mujer en el mundo” (Jn 16,21). El amor materno da a luz la vida y da incluso sentido al dolor. El amor es el motor que hace ir adelante nuestra esperanza. Podemos decir que la imagen de la mujer embarazada es un símbolo de la esperanza.
En nuestro mundo hoy más que nunca necesitamos fomentar la esperanza a través de gestos, acciones bien concretas y de gran alcance como la natalidad. Necesitamos hombres y mujeres nuevos, que den vida, alegría a esta humanidad vieja, en guerra, violenta, avariciosa, individualista, materialista, consumista, entre otras características de un mundo que tiene una crisis generalizada de humanidad.
El apostar por la vida, el no matar, el saber acompañar y educar a las nuevas generaciones son los gestos más simbólicos que necesita nuestra sociedad. No por algo las mujeres son mayoría en las ramas de la salud y la educación. Teorías eugenésicas, de que ya somos muchos en la tierra o el neomaltusianismo, que es una teoría demográfica que considera que el exceso de población es un problema que amenaza la calidad de vida y el medio ambiente lo que provocan es justificar la sociedad del descarte, eliminar seres humanos, y lo que promueve una esperanza de rostros concretos como la mujer embarazada es la esperanza de un futuro mejor si logramos educar en el proyecto de humanidad, sentirnos más familia humana que división de razas, etnias y pueblos, que en su diversidad expresan lo mejor de la humanidad. La vida humana no es un problema a resolver, es un regalo a cuidar y saber donar.
A muchas mujeres les cuesta superar las trampas del falso dilema de elegir una carrera o la maternidad. O cómo impacta sobre sus espaldas el cuidar a los adultos mayores de su familia. Para cambiar las cosas se requiere esperanza y una alianza entre el mundo de la política, la empresa, la sociedad civil.
La esperanza nos pone en marcha, nos hace pensar soluciones y alternativas para vivir a la altura del momento histórico que nos toca sobrellevar, atravesado por tantas injusticias; el impulsar la natalidad quiere decir reparar las formas de exclusión social que están afectando a los jóvenes y su futuro; por ejemplo: ¿con qué aportes se van a financiar las jubilaciones y pensiones de los trabajadores que vendrán si no hay hijos que trabajen mañana?
Apostar por la familia es apostar por la ternura, es una de las formas más bella de hacer la revolución del cambio cultural que está naciendo; es mostrar que el amor vence el odio y nos hace peregrinos de la esperanza, en medio de una cultura de lo provisorio y relativo. La familia es la experiencia superadora del individualismo y desánimo, es fuente de unión, calor y esperanza. (Adaptado libremente del libro del Papa Francisco: La esperanza no defrauda (2024): 33-43).
PARA PENSAR
¿CÓMO VA LA TASA DE NATALIDAD EN EL ECUADOR?
Decreciendo
¿QUÉ REFLEJA ESE DECRECIMIENTO?
Miedo al porvenir y falta de esperanza, más el envejecimiento
¿QUÉ PODEMOS FOMENTAR?
El rostro del amor en una mujer embarazada en un proyecto familia