Pongamos en contexto el tema que viene generando malestar: la falta de un proyecto comunicacional coherente que se siga como política pública. Pululan los desaciertos en la comunicación del gobierno de Noboa y de la oposición. Desde voceros hasta discursos y entrevistas, se genera una percepción de desconfianza que, maximizada por la oposición, al final del día pasa factura en temas de gobernabilidad y gobernanza. Estos aspectos han sido muy criticados desde medios de comunicación de la comunidad europea, CNN y la agencia noticiosa Reuters.
Lo cierto es que, desde su ascenso al poder, el gobierno de Daniel Noboa ha enfrentado numerosos desafíos en el ámbito comunicacional, destacándose la escasa comunicación con la gente en territorio, así como en las declaraciones de sus voceros y en los discursos del propio presidente.
Esta falta de un proyecto comunicacional como política pública de Estado ha debilitado la coherencia y efectividad de la estrategia comunicacional del gobierno, generando incertidumbre y desconfianza entre la ciudadanía, desfigurando la Ley de Comunicación y provocando censuras innecesarias, sin distinguir entre la libertad de expresión, de pensamiento y de opinión.
Voceros del régimen de Noboa
Esteban Torres, Roberto Luque, Irene Vélez, De la Gasca, Wong, Inés Manzano, Roberto Arízaga, Gabriela Sommerfeld y ciertos comunicadores como Carlos Vera, entre otros periodistas de medios tradicionales pautados, han sido protagonistas de varios incidentes que pusieron en duda la solidez del equipo de comunicación del presidente. Estas situaciones se reproducen en entrevistas en medios tradicionales o manejados por pauta desde el gobierno, en radio, prensa y televisión.
Las entrevistas, a su tiempo, en diferentes problemas no comunican adecuadamente:
Pruebas al canto:
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Roberto Luque, ministro de Energía (e), por ejemplo, generó confusión al referirse a los problemas energéticos del país. Sus declaraciones contradictorias evidenciaron una falta de coordinación interna.
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Lo mismo sucede con la actual ministra Inés Manzano en los casos Sacha, SOTE y en el manejo de prensa desde la Presidencia.
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Esteban Torres, viceministro de Gobierno, ha tenido dificultades para manejar temas sensibles, como los incidentes que tuvo con el Legislativo. El presidente de la Asamblea, Henry Kronfle, pidió que se lo retirara de la vocería por no saber manejar la comunicación de manera eficiente.
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Irene Vélez, quien debería ser la principal vocera del gobierno, ha estado ausente en momentos cruciales. Su falta de presencia y de mensajes claros y consistentes ha contribuido a la percepción de desorganización y falta de dirección en la estrategia comunicacional del gobierno, según analistas políticos.
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La jefa de la bancada de ADN, Valentina Centeno, no logra cohesionar sus ideas y proyectos en la Asamblea, y no se percibe un liderazgo claro en su bancada.
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El presidente Daniel Noboa también ha cometido errores en sus discursos, afectando la percepción pública de su gestión. Se dirá que tiene una forma distinta de gobernar, diferente a la vieja política, pero su falta de experticia al manejar los mensajes ha permitido que la oposición le arrebate votos, al asumir problemas que podrían evitarse.
Sus intervenciones, a menudo, carecen de profundidad y de un mensaje unificado, lo cual se agrava por la falta de un vocero sólido que respalde y clarifique sus declaraciones. Esto se evidencia al emitir decretos ejecutivos con vigencia transitoria que demuestran debilidad comunicacional, y que podrían estar pasando factura incluso en los temas de debate de segunda vuelta y post-debate, no exentos de campañas sucias y denigrantes que se generan desde ambos finalistas.
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La oposición, en cambio, si bien tiene sus bemoles en la distorsión del mensaje —con rezagos de sabatinas—, su comunicación es más orgánica porque tiene un carácter vertical, con el vocero principal que se proyecta desde Bélgica. Luisa González, bajo esa sombra, ni siquiera logra unificar las vocerías de sus asambleístas, que disparan discursos contradictorios sobre temas como la desdolarización o la visión geopolítica. Esta visión incluye un apoyo equivocado a países alineados con el Foro de São Paulo y el socialismo del siglo XXI —como Nicolás Maduro, Evo Morales, Gustavo Petro, Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega, Pedro Sánchez, entre otros—, tratando de defender la agenda del correísmo, que gira en torno a propiciar una enmienda o reforma constitucional para la reelección indefinida, importando muy poco el problema real de la gente.
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