La prosperidad no es lo mismo que la abundancia. La prosperidad consiste en avanzar en la vida trabajando con constancia hasta conseguir lo que deseamos, alcanzando así el camino justo.
En cambio, la abundancia es tener mucho de algo, pero no necesariamente implica encontrar lo que realmente anhelamos.
La prosperidad nos ayuda a tener una vida tranquila, ya que representa el triunfo del esfuerzo que realizamos a diario.
Ahora bien, tanto la abundancia como la prosperidad son importantes en la vida, pues ambas reflejan que estamos luchando por alcanzar nuestros sueños. Gracias a ellas, podemos disfrutar de una mayor estabilidad económica y reconocimiento social.
Siempre debemos tener presente algo fundamental: tener abundancia de bienes materiales y ser personas prósperas puede hacernos crecer en el plano material y vivir agradecidos por lo que hemos logrado a lo largo de nuestras vidas, siempre como fruto del esfuerzo.
El dinero y la abundancia de bienes materiales no son cosas malas; lo verdaderamente imperdonable es la forma en que se adquieren. Si estos bienes son heredados, bienvenidos. Si provienen del trabajo honesto, maravilloso. Pero si se obtienen causando daño a otros, entonces no es correcto.
La palabra prosperidad no solo se aplica a las personas; también puede referirse a las naciones o los pueblos. Una nación es próspera cuando tiene gobernantes honestos que saben administrar correctamente los recursos públicos. En cambio, una nación se hunde cuando sus funcionarios se dedican a empobrecer al pueblo por ambición personal.
Existen varias clases de prosperidad: intelectual, financiera, física y espiritual.
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Prosperidad intelectual: se da cuando aprendemos a aplicar los conocimientos adquiridos en la escuela, el colegio o la universidad. Esto nos permite alcanzar un buen estatus en la sociedad.
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Prosperidad financiera: se alcanza mediante un buen trabajo, logrando puestos importantes en empresas con excelentes salarios o creando una empresa propia. Así, una persona se vuelve próspera y lleva felicidad a su hogar.
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Prosperidad espiritual: surge al vivir de acuerdo con los principios que sentimos en nuestro interior y que nos fueron inculcados desde pequeños por nuestros padres.
Uno de estos principios, y quizás el más importante, es ser agradecidos con Dios por todas las bendiciones recibidas y por todo lo que hemos aprendido, lo cual nos ha permitido convertirnos en personas prósperas dentro de la sociedad.
Agradecer por lo que somos es clave para seguir creciendo tanto en lo económico como en lo espiritual.
De acuerdo con lo expuesto, podemos definir la prosperidad como un crecimiento económico digno y sostenible. Este tipo de crecimiento es fundamental tanto para las familias como para un país, ya que nos convierte en una sociedad que evoluciona y no desaparece.