El capitalismo, sinónimo de libertad y rival del socialismo, ha permitido a la humanidad vivir más y mejor. Nada es perfecto, claro, pero definitivamente su tesis no es la causa de los desequilibrios en la distribución mundial de la riqueza. Quienes insisten por una ruta intermedia plantearían así una sociedad entre media rica y otra media pobre. La pobreza seguiría entonces latente y mientras más a la izquierda, peor todavía.
La santidad de un hombre no tiene necesariamente correlación con su sabiduría. El izquierdismo de alguien, por más santo o sabio, no podría legitimar lo ocurrido en Cuba, Venezuela o Nicaragua, dónde Ortega y Murillo han impunemente cerrado templos, encarcelado a sacerdotes y exiliado a opositores sin que la Santa Sede lo haya enérgicamente condenado. ¡Los regímenes más opresores, por naturaleza, son siempre de izquierda!
Francisco ha probablemente sido el papa más progresista en la historia, tuvo su razón de serlo y carisma para solventarlo. Investido de absoluta autenticidad, aunque no exento de contradicciones, los fieles volcaron su favoritismo por un cambio aún más profundo. Era necesario ese acercamiento con la gente en demostración del humanismo terrenal más apasionado por el bienestar de los menos privilegiados. La contribución de Francisco es inconmensurable porque demostró suprema honestidad al vivir sin apego al materialismo. Sin duda será extrañado, aunque como siempre, con la asunción de un nuevo sumo pontífice habrá inmediatamente un volcamiento hacia el nuevo líder de la Iglesia.