Matar a la OEA
Simón Bolívar, el genial caraqueño, para quien “la Patria era América” fue uno de los primeros en percatarse de la identidad racial, cultural e histórica de esa “nación de repúblicas” que ocupa el continente americano desde el Río Grande hasta el estrecho de Magallanes. Es cierto, que antes de Bolívar existieron visionarios que hicieron notar esta realidad como, por ejemplo, los Condes de Arana y Florida Blanca, Ministros de Carlos III que, de manera profética, advirtieron al rey católico de la necesidad de formar en América Española, tres grandes reinos, única forma de frenar el poderío de las 13 colonias norteamericanas que, con el correr de los tiempos, trataron de expandir su hegemonía a estas tierras. Es cierto, también, que el precursor Miranda soñó con un solo Estado hispanoamericano, y que el argentino Bernardo de Monteagudo laboró en el mismo sentido. Más, es indudable, que en el pensamiento bolivariano encontramos estructurada perfectamente la idea, y que fue el libertador un abanderado de ella.
Muerto Bolívar, el ideal de unidad sufrió el combate de las grandes potencias mancomunadas en su afán de fraccionar la región en débiles repúblicas, incapaces de soportar la presión que sobre ella ejercía. Desde entonces, el sagrado suelo latinoamericano ha sido indignado espectador de frecuentes incursiones de las grandes potencias.