El Ejemplo de Benedicto XVI
EL PODER DE LAS PALABRAS: “En cierta ocasión un famoso poeta se encontraba en un bar. Fue reconocido por un humilde obrero, quien se le acercó y le pidió un gran favor. ¿Podría Ud, famoso poeta, ayudarme? –Dígame- respondió el poeta. Mire, yo no sé escribir y deseo enviar una carta de amor a mi novia. ¿La podría Ud, escribir por mí? El escritor se sonrió desconcertado, levantó los hombros con un gesto de imposibilidad, trató de explicarle que eso no podría ser. Pero el obrero insistía en su demanda. ¿Qué quieres que yo diga en tu carta? Preguntó el escritor. –No sé- contestó el obrero, si lo supiera, no se lo estaría pidiendo Al escritor le impresionó la respuesta, se quedó un rato pensativo y le dijo: Vuelve mañana a esta misma hora y tendrás tu carta.
El escritor estuvo por la noche luchando con las palabras, tratando de expresar un amor profundo. Al día siguiente fue al bar con su carta, y cuando llegó el obrero, se la leyó. Al obrero se le iluminaron los ojos y dijo con agradecimiento y admiración: Sí, es perfecto. Eso era precisamente lo que yo quería decirle a mi novia, pero no sabía que era eso”.