La excelencia: Un valor para nuestro trabajo
“Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla,
hazla según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10).
Podemos dar muchos nombres de personas que nos enseñan el camino de la excelencia.
Podemos pensar en las estrellas del atletismo, el caso Jefferson Pérez es un claro
ejemplo. Me viene a la memoria Sofía, nadadora y además excelente alumna, llegó
a ser escolta de la bandera en su colegio en la ciudad de Portoviejo. Pero, esta
excelencia surge de una superabundancia de dones naturales. No importa que tan duro
practiquemos algunos no llegaremos a alcanzar los records de Jeff, campeón mundial,
ni de Sofía, campeona del Pacífico. La excelencia está no solo en la perseverancia y el
esfuerzo, sino en desarrollar tu propio talento y el de los que te rodean. La raíz latina de
sobresalir transmite el sentido de surgir por encima de algo o de sobreponerse. Eso es
lo que la excelencia significa sobreponernos a nosotros mismos y levantar a los que nos
rodean, sacándoles el mayor partido a nuestros talentos y dones.
La historia del Hermano Duffy, un religioso jesuita que dio clases de latín y de religión por
más de cincuenta años en un colegio de EEUU es un ejemplo que nos ayuda a cualquier
educador en nuestro trabajo diario, como a cualquiera que sepa admirar de la creatividad,
constancia y coraje para sacar lo mejor de los adolescentes.