Así no se puede avanzar.
He tratado con vehemencia de cambiar mi actitud hacia el gobierno, con la convicción de que somos seres racionales, y que conversando podríamos llegar a acuerdos en beneficio del futuro y del progreso de los habitantes del país, sin embargo, creo que mis pequeñas aspiraciones, están cada vez más lejos de cristalizarse, y más bien, mis antiguos temores, de la implantación de un régimen autoritario con una gula de poder insaciable, están latentes y cada día más vigentes en Ecuador.
Mis padres me enseñaron, que más valor que la firma en un documento, lo tiene la palabra con la cual se pacta una negociación o un ofrecimiento; lamentablemente en nuestros días, estas viejas buenas costumbres ya no sirven para nada, sino para recordar, como nuestros abuelos cerraban como caballeros sus transacciones.