La pobreza y el desempleo, en política
Hace más de sesenta años buscaba, afanoso, la literatura marxista. Sus proclamas redentoras y justicieras , su particularísima visión del Estado y las proyecciones de una revolución que nos llevaría a una sociedad sin clases, enardecían los espíritus juveniles de ese entonces “Arriba los pobres del mundo, de pié los esclavos sin pan” era el sugerente cántico del momento.
Hoy acudo a esos mismos textos para constatar los yerros en que incurrieron desde un comienzo y comprender las vicisitudes que afligieron a los países que se sumaron al más grande fraude histórico-político de la humanidad. Lo afirmo con pesadumbre, por haberse perdido décadas que debieron aprovecharse y no generar, a cambio, descalabros nacidos de tan grande error. Grande también fue el estupor de quienes creímos haber volteado la página de esa absurda fantasía y observar que hoy , en un siglo que ha sabido superar las incongruencias dogmáticas y adoptar los pragmatismos de un capitalismo liberal, humanista, regulado y social, promotor del desarrollo cultural y económico de los pueblos, reaparecen con sinigual perversidad unos cuantos líderes populares que se aferran a la decrepitud del comunismo cubano y hacen de quienes allí gobiernan figuras emblemáticas de un inexistente progreso basado en perennizar la pobreza y dominar por el terror a una ciudadanía castrada.