La dignidad de una renuncia
Benedicto XVI, sin estimarlo, ni ser ese su objetivo, ha dado una lección de dignidad que
muchos cristianos de estos lares de la tierra necesitan emular.
Envestido de esa honestidad y humildad que solamente es característica de los verdaderos
grandes, nos ha recordado que no existe jerarquía ni embestidura institucional en esta
tierra que ponga a un ser humano más allá de sus capacidades físicas terrenales.
Su superioridad intelectual, su espiritualidad intachable, y su calidad de gran ser humano,
le ha permitido a Joseph Ratzinger encontrarse con su mortalidad…que le ha abierto
las puertas, con los más grandes honores, a la cima de la inmortalidad. A la que son
solamente invitados unos pocos ídolos terrenales.