Toros, Vacas, Gallos y otros brutos
Soy vegetariano desde los 19 años de edad, o sea, llevo 40 años de serlo. Me convertí en vegetariano principalmente por razones higiénicas y dietéticas, continúo siéndolo por razones éticas. Trato de, hasta donde mi atención y sentido de conservación me lo permiten, no tronchar la vida de cualquier ser viviente que tenga ojos, se mueva y sea capaz de sentir de alguna manera. Si estuviera a mi alcance evitaría matar directa o indirectamente a los vegetales, microorganismos y protistas, pero sabemos que eso es absolutamente imposible e inevitable para ellos. Unos matan y otros mueren. No es la muerte en sí lo que nos conmueve, sino la muerte innecesaria y evitable.
Y ese mismo es uno de los lados trágicos de la vida: matar para vivir, defenderse de no ser matados para seguir viviendo. En ese entramado de existencias violentamente quebrantadas se fue construyendo la historia que llevó a inquietas proteínas a organizarse hasta llegar a constituir el último escalón conocido de la Vida: la especie humana. Y con ella aparecieron otros productos que superan las fuerzas más o menos ciegas, aunque inteligentes, de la pura Biología: conciencia, sociedad, valores, libertad. Espíritu, en definitiva.