Fanatismo y Cordura
El fanatismo es necesario para darle sabor a ciertos asuntos. No todo pertenece al campo de la cordura. Imaginen un partido de fútbol, estadio lleno, final de campeonato, y que al marcarse el gol determinante en el último minuto los asistentes que pagaron una entrada se queden silentes pese a que en ese momento han triunfado alcanzando una meta largamente disputada semana a semana durante un año completo.
¡Absurdo! Sin fanáticos que griten eufóricos, que no pierdan la chaveta, que no se abracen, ni den rienda suelta a su alegría y a sus correspondiente furias, pierde sentido el espectáculo y el fútbol pasa a ser algo insulso donde once jugadores corren en un sentido, contra otros once que corren en sentido contrario detrás de una sola pelota. De ser así al menos deberían estar en cancha una docena de pelotas y no dos docenas de pelotudos, contando con los árbitros, quienes por lo general suelen serlo gane quien gane o pierda quien pierda, peor aún en caso de empate.