Nuestras 19 constituciones anteriores, sumadas a las buenas intenciones legislativas de muchas dictaduras militares que normaron por Decreto a su antojo y que se fueron intercalando desde que somos república, nos hace ver con claridad que una norma fundamental o la legislación en sí, no logran cuajar buenos resultados. ¿Por qué ahora debemos poner tantas esperanzas en la Constitución vigésima, peor si es tan extensa, reglamentaria e impuesta bajo las no ocultas intenciones de perpetuar al menos por una década a Rafael Correa, un inesperado personaje cuya personalidad parece trastornada cuando algo se sale de su entender o parecer?
Yo soy un jurista frustrado. Cuando cursaba el quinto año de derecho, durante ocho meses intentamos aprender y entender un extenso y enredado articulado de una flamante Ley de Cheques puesto en vigencia por la dictadura de los años sesenta. Terminado el curso, en cosa de dos semanas, fue derogada esa ley por Decreto, debido a la sintaxis, extensión, e incoherencia. Luego de ser un enamorado del Código Civil vigente en aquel entonces y redactado y pulido por un poeta como lo fue el chileno Andrés Bello…