Rafael y Abdalá
Una cigüeña volando sobre un lago atrapa con su pico un sabroso pez, y un hambriento gato viéndolo pasar comienza a insultarla cada vez con aullidos mas groseros hasta que finalmente la cigüeña grazna a fin de responder. El pez, aflojado sin querer cae, y el felino agarra el alimento regalado para saciar así su apetito voraz.
Esta fábula medioeval la acabo de recordar cuando Rafael Correa engolosinado en su esplendoroso vuelo de poder, afloja alimento para que Abdalá se le trague un buen pedazo de su yo. Insultarse con los Bucaram es un error que no debió cometer.
Abdalá es lo que es, políticamente, gracias a su destacada capacidad de improvisar con caudalosa imaginación que la potencializa con una procacidad y lenguaje que capturan la atención popular. No necesita argumentos porque se los inventa y maneja el insulto como una llave maestra para atraer la atención y disminuir al contrincante. Contra el insulto no caben argumentos ni explicaciones. A un expresidente lo definió como el de la “esperma aguada”, y luego de haber sido su aliado lo estigmatizó para siempre con esta muletilla que no fue recopilada en el diccionario político en el que Rodrigo Borja tanto elaboró.