Previa a la abstinencia propia de la Cuaresma, el carnaval es lo que podríamos decir la época del estallido de la carne y los deleites lúdicos. Y así en medio de ese festival lleno de comparsas y con todos los efectos especiales propios de la edad moderna, el gobierno de la revolución ciudadana se festinó sus apetencias confiscando, eso resultará a la larga, al diario El Universo. Cuarenta millones de dólares son muchísimo y con esa glotonería el ciudadano Rafael Correa se los engulló como acto inaugural de su campaña electoral. Como entremés se relamió, cual aceitunas entres sus dedos, a dos periodistas, por haber escrito un libro sobre él y su hermano.
A paso galopante nuestro Presidente, en apenas cinco años, ha acumulado mayor poder que cualquier otro que pueda recordar la tormentosa vida política de este Ecuador en sus menos de dos siglos de aventuras. Se inició este gobierno sin un solo diputado y de ahí vino el Congreso de los Manteles, la prohibición de publicar videos como aquel ya caído en el olvido de Ricardo Patiño cuando era ministro de Finanzas y renegociaba la deuda externa en una sala privada. Luego el Tribunal Constitucional fue desmantelado y reorganizado a la carta. Inmediatamente se identificó y anuló a lo que se llaman contrapoderes y se los fue poniendo en la parrilla; cámaras de la producción, colegios profesionales, agrupaciones gremiales, servidores públicos, maestros, médicos, policías y militares. A todos les tocó su turno. Se destituyeron Superintendentes para colocar a comparsas fieles; se crearon veinte nuevos ministerios para absorber ladinamente atribuciones de alcaldes y prefectos. La Junta Bancaria fue tomada una tarde cualquiera, como se toma un té a las cuatro de la tarde, y el Banco Central pasó a ser un ente decorativo. Se intervinierón varios medios de comunicación a cuenta de las sinvergüencerías bancarias y en vez de revertirlos para que con el producto de su venta se pague a los acreedores, simplemente reinvirtieron una fortuna en ineficiencias como es el caso de El Telégrafo, y pusieron a dedo a sumisos directores. Se fusionaron los fondos del IEES con los del Estado y finalmente se reorganiza el sistema de justicia imponiendo jueces calificados por quienes ellos mismos habían a su vez seleccionado. En estas circunstancias, rodeados de cuñas publicitarias, cadenas informativas e intolerancia sabatinas nos alistamos a nuevas elecciones generales para reelegir al ungido.