Gkill City
Creo en la libertad. Sin libertad la vida sería monótona, llana y plana. El arte en todos sus aspectos no tendría sentido. La fantasía moriría. El amor tendría una sola postura. No habría moda, piercing, hilo dental ni siliconas. No habría sorpresas y el ser humano quedaría degrado al nivel de simple manada. Sería aburrido vivir sin imaginación y que quede claro que, la imaginación, es la hija mayor y predilecta de la libertad con el poder creativo.
Con estos pensamientos en mi cabeza este sábado 30 de agosto fui a esa inmensa mansión derruida que está a la salida del puente del Albán Borja, donde estos rebeldes de GKILL CITY exponían, entre otros, los desechos del Salón de Julio. No fui por cierto a la exposición organizada por el Municipio guayaquileño ya que por principio no me atrae ver concursos donde la prohibición de algo, empaña. Fui a la Expo Inmundicipalidad a ver hasta donde la imaginación de los jóvenes se organiza, se divierte y se desarrolla en repulsa a las prohibiciones. Un espacio libre donde, aun un zapado olvidado del que cuelga un teléfono, merece un premio. Fui a ver la libertad, y libertad sobraba.