21 noviembre, 2024

Territorio de Frontera

Siempre hay algún miembro de Alianza País que es más papista que el Papa. Digo que es miebra de esa organización política que gobierna al país, por cuanto aparte de ellos nadie es capaz […]

Carta a Diario Expreso

Santiago de Guayaquil, 16 de octubre de 2013

Señor Director Diario Expreso

Lo dicho, dicho queda

Quienes nacimos cuando el respeto a las gentes, a los símbolos patrios y a la majestad de la república. Cuando nuestra madre nos amamantó y junto a nuestro padre nos inculcaron, en forma indeleble, los valores morales y cívicos que a lo largo de muchos años condujeron al país. Hoy desgraciadamente acanallados y casi extinguidos, resulta tan improcedente como despreciable la disculpa pública por una ofensa emitida por el más alto vocero de una institución tan nuestra como es el Congreso Nacional.

Sobre la participación de Guayaquil

Escribo éstas breves palabras, no solo para celebrar, admirar y agradecer la justa indignación, con las que, como verdadero guayaquileño Guillermo Arosemena, enfrenta y seguirá enfrentando la eterna actitud de algunos historiadores quiteños y otros, que tienden a minimizar la participación de Guayaquil en la gesta de la independencia del Ecuador que culminó en Pichincha el 24 de mayo de 1822.

Por mi parte, después de tantos años de sufrir tanta mezquindad, he llegado a la conclusión es inútil toda argumentación por que es intentarlo con oídos sordos y negados para todo lo que históricamente ocupan el lugar que ellos desean para su terruño. Lo que necesitan es leer documentos y escuchar voces, que no pueden ignorar so pena de aparecer como tales, que desde el fondo de nuestra historia, espeten a su magín verdades irrefutables.

Postergación de Guayaquil

Sobre la ausencia de Guayaquil en un video turístico editado por el Gobierno, debo decir que el centralismo vigente desde la colonia, disocia y desarticula nuestra etno-geografía. La denuncia permanente planteada por sectores sociales del litoral, revela los grandes obstáculos que tenemos para estructurarnos como nación unitaria. Indica, además, que la tradicional organización sectario administrativa no permite acercamiento ni consenso nacional alguno, porque ignora lo que se plantea desde el litoral y más de la mitad del país.

La animadversión hacia lo guayaquileño aparece ya en 1616: Antonio de Morga presidente de la Audiencia, intentó abrir caminos por Esmeraldas y Manabí para eliminar la ruta comercial por Guayaquil. En 1687, la falta de auxilios de Quito ante un ataque de piratas ingleses y franceses, fue considerada por los guayaquileños “no solo como manifiesta negligencia, sino un acto deliberado de deslealtad” (Clayton, Los Astilleros de Guayaquil).

Bolívar en Lima

Bolívar apenas permaneció por tres años en el Perú, llegó como libertador en septiembre de 1823, y a los cinco meses ya era Dictador. Tan pronto llegó a Lima derogó la constitución liberal vigente en ese país, que había sido el resultado de debates parlamentarios e impuso su constitución boliviana. Llevó al Perú a sus amigos y deportó a todo político opuesto a sus ideas aristocráticas, centralistas y vitalicias. A los tres años había aceptado ser Presidente Vitalicio, pero debió salir subrepticiamente hacia Colombia y Venezuela que ardían en inquietudes políticas y rebeliones, amenazando su sueño colombiano, que se le escapaba como agua entre los dedos.

“Ayer he recibido un oficial posta de Panamá, trayéndome la noticia de que el general Páez (José Antonio) ha desobedecido la orden que le dio el gobierno a consecuencia de la acusación que se introdujo contra él en el senado (…) Sea lo que sea, yo me he determinado ir a Colombia a arreglar este desorden, que nos sería tan funesto y a dar la última mano en la consolidación de Colombia que está amenazada de una ruina completa” (carta al general Gamarra, 28/06/1826).

“Por este correo será Vd. Informado de los últimos acontecimientos en esta capital (Lima), que, a la verdad se ha mostrado muy superior a cuanto podía esperarse del pueblo más agradecido. El Colegio Electoral de esta provincia ha sancionado unánimemente la constitución boliviana y me ha proclamado presidente perpetuo” (Ídem,18/08/1826).

Los temores de Bolivar

El fantasma por los efectos de una anexión contraria a la voluntad de los guayaquileños, persiguió por mucho tiempo al Libertador: “En cuanto yo me vaya a Bogotá cargarán al galope todas las pretensiones de estos señores guayaquileños, peruanos y quiteños sobre el pobre general Sucre, al que le conceden eminentes cualidades menos la energía. Aseguro a Vd. con franqueza que, a pesar de la aparente tranquilidad en que nos hallamos en el Sur, yo comparo este país con el Chimborazo, que exteriormente está muy frío mientras que su base está ardiendo (…) Vd. crea amigo que esto está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de la Guardia y que estos 2.000 hombres no bastarían, si yo me fuese antes de dejar bien establecido el sistema” (Bolívar a Santander, 13/08/1822). Esto es lo que muchos historiadores ecuatorianos llaman sumisión voluntaria.

Otros que tratan sobre la independencia y de los años colombianos, tienden a minimizar las conquistas de Guayaquil, y sus luchas por la independencia. Parece ser que apocarlas es el único medio de elevar los méritos de sus propias comunidades o provincias. Al referir acontecimientos de significación histórica, que han demandado sacrificios a Guayaquil y a todo el litoral, lo homogenizan con el término “país quiteño”, es decir, la negación histórica de nuestras individualidades y diferencias. Según se entiende, con esto quieren incluir a todo el país en una sola identidad, lo cual no es así. Cuando se refieren al Departamento del Ecuador, no omiten colocar a Quito entre paréntesis, dando a entender lo de siempre, que tampoco existen en la Sierra ni siquiera Guaranda, u otras ciudades que la capital, ni otros ciudadanos que los capitalinos.

La campaña del Perú

La ciudad de Guayaquil era el puerto de embarque de las tropas hacia el Perú, y es fácil imaginar, la tortura que significaría el diario trasiego de hombres y sus familias que por no quedar abandonadas los seguían. Guayaquil convertida en la ciudad más cara y ruidosa de América, hacinamiento lodoso y malsano. No se escapaban ni las casas de familia ni los conventos para alojar a los hombres que iban a luchar en tierra extraña y desafecta. “Que se alisten las casas del convento de San Francisco y casas inmediatas, la casa de las señoras Rocafuerte en el Astillero, el convento de la Merced y dos casas inmediatas, el convento de Santo Domingo y dos casas inmediatas, y la casa del señor Villavicencio de la Plaza Mayor para recibir a tropas y oficiales” (Acta del Cabildo de Guayaquil, 12/11/1824).

En su urgencia por partir hacia la guerra de independencia peruana, Bolívar expresó: “Yo ansío por el momento de ir al Perú; mi buena suerte me promete que bien pronto veré cumplido el voto de los hijos de los incas y el deber que yo mismo me he impuesto de no reposar hasta que el Nuevo Mundo no haya arrojado a los mares todos sus opresores” (José Manuel Restrepo).

El Contubernio

Bolívar, el eterno vencedor, desconoce el mérito de Sucre en la rendición de Pasto y se atribuye el sometimiento de la región, cuando la verdad es que no pudo pasar por sí solo las infranqueables posiciones españolas en las alturas de Bomboná: “El general Sucre, el día de la acción, no sacó más ventajas que yo, a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur y él se ha cogido la Capúa de nuestras conquistas (notable triunfo de Aníbal tras el cruce de los Alpes). Yo vuelo a Quito a ver si los bochinches del Sur cesan; lo peor es que tengo una fuerte inclinación a no dejar que se burlen de Colombia, porque es muy duro ceder después de triunfos (…) Sucre quedará mandando en Quito y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener una entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las probabilidades; porque Vd. sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza (…) y con esto adiós, hasta Quito” (Carta a Santander desde Pasto, 09/06/1822).

Una vez en Quito, el Libertador se dedicó a escribir y a expresar en todos los tonos posibles su satisfacción por haber concluido la independencia de Colombia: a San Martín: “Tengo la mayor satisfacción de anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada”. A los generales marqués del Toro y Fernando Toro: “Este hermoso país, tan colombiano y tan patriota (…) formará el más grande departamento de Colombia”. Al general Juan de Escalona: “Ya estamos en Quito libre y colombiano. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más que Guayaquil, para donde parto a llevar la ley de Colombia.” Y a Santander: “solamente Guayaquil me da cuidado, pero Guayaquil por su cuidado puede envolvernos también en una de dos luchas: con el Perú, si la forzamos a reconocer a Colombia o con el sur de Colombia si la dejamos independiente, triunfante e incendiaria con sus principios de egoísmo patrio”. Guayaquil se convirtió en instrumento y medio para alcanzar metas. No importó la historia ni lo que sus hombres se proponían.

Días Aciagos

La toma de Guayaquil por la fuerza exasperó aun más el odio de aquellos guayaquileños que no tenían el poder de las armas y que rechazaban la forma como tomaba y sumaba la provincia a su proyecto colombiano. “Así se explica el comentario de Illingworth de que cuando su Excelencia el Libertador entró en la Provincia y fui a su encuentro; el señor Roca me acompañó en medio de las maldiciones de sus paisanos” (Daniel J. Cubitt).

Bolívar no quiso aceptar la propuesta Guayaquil y la decisión no le era posible por su “realismo” vertical que reposaba sobre el temor a la fragmentación de los espacios coloniales. Además entender la posición de Guayaquil y de sus líderes le hubiera significado cambiar sus concepciones fijas sobre la centralización “necesaria” que él tenía. No obstante que aceptaba las ventajas que ofrecía la presencia de un régimen federalista. Esas ideas las tenía desde diciembre de 1812.

Más Sobre la Anexión

Ecuador era imprescindible para bloquear el paso de las fuerzas españolas que aun se hacían fuertes en el territorio peruano. Y urgente era la posesión de Guayaquil por su poder económico, pues las tierras altas interandinas eran improductivas y además se hallaban en una profunda pobreza. Y lo más importante, su posición estratégica, salida al mar que permitiría la viabilidad de la acción armada contra el último reducto español.

Para captar la simpatía de la clase alta, echó mano del argumento de la necesidad de salvar Guayaquil del dominio de la plebe, enviando una arenga que decía: “Sólo vosotros os veíais reducidos a la situación más falsa, más ambigua, más absurda, para la política como para la guerra. Vuestra posición era un fenómeno, que estaba amenazando la anarquía; por eso he venido, guayaquileños, a traeros el arca de salvación.”

Bolívar no tenía la absoluta seguridad que el Colegio Electoral aprobaría la anexión, tenía un profundo desasosiego, pues la representación democrática la tenía la Junta de Gobierno, la militar y de facto, Bolívar, sustentada en sus 1.300 bayonetas: “Yo espero que la Junta Electoral que se va a reunir el 28 de este mes, nos sacará de la ambigüedad en que nos hallamos, Sin duda debe ser favorable la decisión de la Junta, y si no lo fuere, no sé aún lo que haré, aunque mi determinación está bien tomada, de no dejar descubierta nuestra frontera por el Sur, y de no permitir que la guerra civil se introduzca por las divisiones provinciales” (Bolívar a Santander, 22/07/1822).

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