21 noviembre, 2024

El acoso a Guayaquil

Olmedo, al aceptar el mandato del pueblo y de las tropas en 1820, había jurado respetar y guardar el Reglamento Provisorio Constitucional, y por encima de todo, cumplir con la decisión popular de iniciar, avanzar y culminar la liberación de Quito y Cuenca. Evidenciando que Guayaquil con generosa solidaridad buscaba extender la libertad que ella había conquistado. Pero como al mismo tiempo eso la enfrentó a Bolívar, pues la buscada libertad de Cuenca, Quito y otros tuvo ese efecto. Esto explica la actitud de conciliadora tolerancia con que llevó su relación frente a las ambiciones de Bolívar, a quien llama “Mi respetable amigo y paisano” (13/06/1821) dando a entender una colombianidad que sabía no poseer.

En 1820 también halaga a San Martín en su vanidad, diciendo: “Entre tanto, V.E. prepara el hermoso día del opulento Perú; y, ardiendo en amor patrio, nos enseña la senda que debemos seguir. Ya la Patria tiene en sus manos, destinada a las sienes de V.E., la corona que han tejido la Ninfas del Rimac” (22/11/1820).

La obsesión de Bolívar

A Bolívar le resultaba intolerable la idea de un país independiente al sur de Nueva Granada, no controlada por él y al margen de su proyecto de Colombia. “ni la España ni ninguna Potencia Europea reconocerá pequeñas Repúblicas por los peligros de que están amenazadas, y mucho menos la de Quito que, colocada en medio de las grandes Repúblicas de Colombia y del Perú, vendría a ser objeto de pretensiones y de guerra, a que no podría ella ocurrir por sí sola y que la envolverían frecuentemente en los desastres de contiendas ruinosas y aún de facciones intestinas por el cuidado que tendrían las naciones vecinas de dividir los ánimos y ganar partido en su interior para sostener sus pretensiones” (Bolívar a Sucre, 21/01/18219). Visión de Bolívar que nos ha perseguido como maldición.

La abundante correspondencia que sostuvo el Libertador con distintas personalidades, apenas celebrado el armisticio con Pablo Morillo, jefe de la expedición militar encargada de sofocar la rebelión, a menos de dos meses del 9 de Octubre y después de éste, deja en claro que Guayaquil de una forma u otra, sería colombiano. Mientras aun permanecía en Venezuela escribe a Santander: “No sabemos si Guayaquil reconoce o no el gobierno de Colombia y si es parte de nuestro territorio” (Bolívar a Santander, 21/12/1820). Enterado de las estratégicas condiciones que reunía la ciudad-puerto, inicia su marcha para sin contar que se vería entrampado en Bomboná. “Estoy en marcha para Quito y Guayaquil. El general Valdés me precede con la vanguardia del ejército del sur, y el general Sucre lo seguirá de cerca” (Bolívar a V. Rocafuerte, 10/01/1821) “Me hallo en marcha para ir a cumplir mis ofertas de reunir el imperio de los Incas al imperio de la Libertad; sin duda, que más fácil es entrar en Quito que en Lima” (Bolívar a San Martín, 10/01/1821).

Guayaquileños

Me dirijo a los guayacos de cuerpo y alma. No a aquellos que les importa un rábano las permanentes agresiones, diatribas, burlas y mofas que se dirigen a nuestra ciudad y provincia. ¿Recuerdan ustedes la buena obra cívica, de investigación y difusión de nuestra tergiversada y postergada historia, que hicimos desde el Archivo Histórico del Guayas? Labor que la prensa y la ciudadanía reconocieron.

Reivindicamos lo regional y lo local, y gritamos en todo el litoral que somos orgullosamente montubios y defendimos su cultura. Fueron catorce años de arduo trabajo y de acciones intensas para rescatar al AHG del silencio. Le dimos vida pues no pensamos que debía ser un simple depósito de libros y documentos viejos. Retomamos la línea de Julio Estrada Icaza y desde 1997 hicimos de éste un laboratorio de ideas, investigación, formación docente y capacitación en la historia real, sin prejuicios, sin mentiras y sin tergiversaciones. Capacitamos miles de maestros en Ciencias Sociales. Años dedicados a organizar con personas capacitadas y con autoridad, mesas redondas, conversatorios, conferencias y crear vínculos con las escuelas rurales. Cientos de libros de nuestra historia salidos de sus talleres, revistas, etc. Trabajo que estoy seguro que queda en la memoria de los buenos guayacos.

La Prensa Libre

El Patriota de Guayaquil: que circuló por primera vez en 26 de junio de 1821, fue el periódico oficial de la Junta de Gobierno del Guayaquil libre. Vino a cubrir la urgente necesidad de dar noticia de las acciones bélicas llevadas a cabo por la División Protectora de Quito, para publicar el movimiento del puerto, proclamas y leyes. En el primer Reglamento de Imprenta constan las normas por las que se rigió: “Desde el momento en que hizo la imprenta su primer ensayo en este país se reconoció como su primera base la libertad con toda la extensión que en sí tienen los dones celestiales del pensamiento y la palabra”. El Patriota de Guayaquil, es la simiente de la histórica lucha de la prensa de Guayaquil que ha combatido los abusos y favorecido la libertad de expresión.

A continuación destacamos aquellos que en defensa de las libertades, que han sido y son parte fundamental para la vida de las naciones.

El Hombre Libre (octubre de 1830): fue el primer periódico guayaquileño, cuyos redactores tuvieron el valor y el civismo suficientes para señalar y denunciar un acto de corrupción de un funcionario del correo del gobierno de Flores. El burócrata no fue sancionado, todo lo contrario, se lo defendió públicamente y al periódico acusado de traición a la patria, fue clausurado antes de publicar su segundo ejemplar.

Como el Ave Fénix

Tras los incendios ocurridos el 5 de octubre de 1896 y el 16 de julio de 1902 El Telégrafo, resurgió y se lo vio nuevamente en las calles. Ese año apareció El suplemento de El Telégrafo, de moda y literatura. A raíz de la recuperación de las libertades la generación de intelectuales surgida por 1875, formada académicamente en el extranjero, entre ellos Abelardo Moncayo Andrade, constituyó una elite que estuvo presente en las actividades que conducían al progreso, que afianzaban la nacionalidad y la democracia, rechazando las posiciones que reducían las perspectivas de progreso social.

Por esa época, El Telégrafo editorializó larga y profusamente denunciando al contrato “Charnace”, para la construcción del ferrocarril Ambato-Curaray, por ser contrario a los intereses del país. Por su defensa de los intereses nacionales se puso en el primer plano de la política,. En 1906 el general Eloy Alfaro derrocó a Lizardo García, la prensa guayaquileña se unió a El Telégrafo para condenar el acto dictatorial, los esbirros del gobierno destruyeron varias imprentas de algunos periódicos, asaltaron El Telégrafo y destruyeron sus talleres.

Mirada al 9 de Octubre de 1820

Convencido que para llegar a una interpretación correcta de la revolución del 9 de Octubre de 1820, se debe considerar un marco mucho mayor que las visiones simplistas de la Fragua de Vulcano y el baile de Isabelita Morlás, a las que recurren los narradores. Fueron los acontecimientos históricos, sociales y económicos que, desde los albores americanos desembocaron en su independencia: esto es, el marco histórico mundial creado por la independencia de Los Estados Unidos, la Ilustración, la Revolución Francesa, la Revolución Industrial inglesa y el libre comercio.

Por otra parte, la participación en las Cortes de Cádiz y en la política del Estado español de José Joaquín de Olmedo, que entabló estrechos vínculos con los liberales españoles y Americanos, influencia que, a partir de Julio de 1816, en que Olmedo retornó a Guayaquil, el Cabildo guayaquileño se convierte en una caldera, atizada por la frustración y el descontento, donde se fraguaron el pensamiento y la acción revolucionaria del 9 de Octubre de la que surgió un Guayaquil liberado por sí mismo, que fue llave y clave para la independencia ecuatoriana y para derrotar al último reducto español: el Perú.

El Telégrafo

Fue fundado el 16 de febrero de 1884 por Juan Murillo Miró, hijo de Manuel Ignacio Murillo fundador de la imprenta en esta ciudad y editor de nuestro primer periódico El Patriota de Guayaquil editado el 26 de junio de 1821. Inicialmente, El Telégrafo se publicaba dos veces por semana, miércoles y sábados; constaba de cuatro páginas a seis columnas, dos páginas de avisos y dos de informaciones. Desde su fundación figuraron entre sus redactores y colaboradores, el doctor Francisco Campos Coello, Doroteo Molleda (español), el doctor César Borja Lavayen, el doctor Lorenzo R. Peña, el doctor Cesáreo Carrera Padrón, Nicolás Augusto González, Gabriel Urbina, Camilo Destruge, Amadeo Izquieta, José Matías Avilés Giraut, José María Chávez Torres, entre otros.

Era un periódico decididamente liberal y consecuentemente de oposición frontal al gobierno; guardando desde luego las buenas costumbres, el lenguaje culto y ponderado pero sin dejar de ser enérgico. La prensa guayaquileña y el partido liberal, reclamaban por la vía pacífica el derecho a oponerse a la elección del señor Caamaño como presidente de la república. Pero la respuesta de éste, una vez posesionado del cargo no se hizo esperar, al desencadenar una serie de atropellos y violaciones a la Constitución que acababa de ser sancionada.

La Venta de la Bandera

En 1892 el doctor Antonio Flores Jijón fue sucedido en la presidencia de la república por el candidato oficial doctor Luis Cordero. Hasta cierta época la libertad de prensa no había sido alterada y gozaba de garantías; pero ocurrió que en los años 1894 y 1895 el Japón estuvo en guerra con China, y la derrotó, apoderándose de Corea, Taiwán, extendiendo sus dominios hasta la gran provincia de Manchuria.

Iniciado el conflicto los grandes monopolios internacionales, para dar superioridad al Japón, le dieron apoyo financiero para la compra de armas y equipos bélicos, y como la adquisición de buques de guerra ofrecía ciertas dificultades, pues su construcción tardaba 3 ó 4 años, los financieros del trust Morgan y Japón optaron por comprarlos.

El Ecuador había resuelto que su Gobierno no se definiría ni por la neutralidad ni por la beligerancia, en tanto que Chile si declaró su neutralidad, razón por la cual quedaba impedido de vender armas a cualquiera de los beligerantes. Sin embargo, tenía interés en vender al Japón el crucero “Esmeralda”, uno de sus buques de guerra que había adquirido ese año de Inglaterra en 145.000 libras.

El Caústico

Fue un semanario de mediano formato, de cuatro páginas, a tres columnas que circuló el 20 de enero de 1895, que bajo su título anunciaba ser “Remedio de Actualidad”. Al principio fue editado en la Oficina Tipográfica, ubicada en la calle Pedro Carbo número 93, posteriormente en la imprenta de El Cáustico, calle de la Caridad número 55, más tarde en la Tipografía del Pueblo de F. J. Landín y después del triunfo de la revolución liberal, en el Taller Tipográfico de Félix Bloc C. en Pedro Carbo 109.

Era un opositor declarado y feroz contra el gobierno de Cordero, publicaba artículos serios, satirizaba al gobierno con caricaturas y escritos en prosa y verso. Su primera época, compuesta de un total de cinco, a las que denominaban “crisis”, alcanzó solamente hasta el 24 de mayo de 1895, en que se publicó la “aplicación” 10, de la cuarta crisis, pues los talleres en que se editaba, fueron clausurados por la policía.

El grito del pueblo

Fue fundado por Federico V. Reinel Rojas con la finalidad de levantar la opinión y propalar la revolución en contra del gobierno de Cordero, que día a día avanzaba en forma incontenible; “…sus artículos eran como un toque de somatén, como las vibrantes notas de un clarín de guerra…” (Camilo Destruge). Era redactado por José de Lapierre, hábil periodista, que de su pluma “…salían artículos candentes o esas sátiras, esas picantes décimas y redondillas que le dieron justa fama…” Reinel era el director y Luciano Coral, su cronista. Fue el primer diario que inició en el país el sistema de ilustración artística de los artículo referentes a personajes locales y nacionales, que de alguna manera, se identificaban con las ciencias, artes, política, milicia o en cualquiera de las profesiones liberales.

Tenía un grupo de notables periodistas de fuste, como: Antonio Alomía, Manuel de J. Andrade, Gustavo Arboleda Restrepo, Julio Arce, César Borja Cordero, Manuel J. Calle, José Antonio Campos, Luis Felipe Carbo, Carlos Defilippe, Pedro Pablo Garaicoa, Nicolás Augusto González, Juan Francisco Guzmán, Manuel F. Horta, Juan Bautista Ycaza Carrillo, Gustavo Lemos R., Gonzalo Llona, Pedro E. Manzo, Adolfo B. Masdeu, Carlos Matamoros Jara, Joaquín Morales, Ayres H. Nascimento, José Pardo Castro, Vicente Paz Ayora, J. Camilo Piedrahita, Rafael Arístides Piedrahita, Juan B. Rolando Coello, José Vicente Ruiz, Manuel Felipe Serrano, Pedro Valdez Mackliff, Serafín Wither Navarro, José Antonio Campos, Ezequiel Calle, Juan Varela, Celiano Monge, Carlos R. Tobar y muchos otros.

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