19 abril, 2025

Caminar sobre las piedras

Caminando sobre las piedras

Muchos nos conmovimos con el quebranto en la salud de Gustavo Cerati, el vocalista del grupo musical argentino, Soda Stéreo. Su voz irremediablemente cautiva, mientras escucho…”Yo caminaré entre las piedras, hasta sentir el temblor…a veces tengo temor, lo sé, a veces vergüenza…”

Y canto. Repito las palabras de la canción y pienso que a mí también me ha tocado caminar sobre las piedras. Si alguien lo ha hecho, sabrá que es difícil mantener el equilibrio, claro, depende sobre qué tipo de piedras estés asentando tus pies. Y qué tipo de calzado lleves.

Si vas descalzo, además de difícil, resultará doloroso. Hay circunstancias en que vamos sin nada, los pies sienten lo duro del camino…

Desesperación

Escuchando la canción que maravillosamente interpretan Beto Cuevas (ex – La Ley) y Amaral, intento escribir algo interesante, pero con la canción, los sentimientos me atrapan y me cuesta dar secuencia a mis ideas.

La canción se mezcla con recuerdos de un libro que leí hace algún tiempo, tanto o más exquisito que lo que estoy escuchando: “Médico de Cuerpos y Almas. San Lucas, el Tercer Evangelista de la Roma Imperial”. Más allá de lo religioso, el libro se adentra en la intensa vida de éste, que tal como lo describe Taylor Caldwell, fue un hombre bello. Tal es la descripción que hace la autora, que no faltó imaginación para graficar a un Lucano, su nombre original, muy similar al Brad Pitt de Troya en su papel de Aquiles.

El infinito no termina en ti…

“Desde el momento en que me despierto, antes de ponerme el maquillaje, rezo una pequeña oración por ti… Para siempre y por siempre, te quedarás en mi corazón…”

“I say a Little prayer” canción de Aretha Franklin e interpretada espectacularmente por Whitney Houston y Natalie Cole, bella canción de un amor… con la alegría y la esperanza de rezar cada día y por cada pensamiento, una pequeña oración… por ti.

Sabiendo que el infinito no termina en ti, ni en ese amor ni en mi propio corazón. El infinito, el amor de Dios que no termina, pero si empieza en esa intención generosa, entregar nuestros mejores deseos a quien amamos.

El alma es la hoja en la que se trazan todas las perspectivas de la vida, y “…mientras viajo pienso en nosotros…rezo una pequeña oración por ti…”

Sin complejos

Recuerdo haber escuchado hace algunos años a un ex presidente de la República cuando se dirigía al pueblo en uno de sus motines de campaña, él dijo: “Ustedes los pobres…” Algunos lo criticaron por eso, yo no. ¿Por qué no? Porque él tenía razón. Él no era pobre, pobres eran los del pueblo que se había reunido para escucharlo y aplaudir cuando decía verdades como esa. Lo cierto es que la verdad no debe acomplejarnos.

¿Cuándo ocurre el malestar? Ocurre cuando empezamos a creernos lo que no somos o empezamos a convencernos de que por algún motivo somos más y mejores que el resto de las personas. Nadie es más ni mejor. Lamentablemente y aunque nos moleste aceptarlo, TODOS SOMOS IGUALES. Nacemos, crecemos, morimos. Cumplimos un ciclo vital no modificable. Unos le sacamos mayor provecho, otros menos, otros no tienen opciones. Pero al final, como dice la canción, “las calaveras todas blancas son”.

Siempre te esperaré…

“Nena no te pongas mal, sabes que esto cambiará, yo luché tanto tiempo por lograr lo que ahora tengo. Es muy grande la ciudad si no estás bien convencido, que quieres llegar bien alto aunque sea duro el camino…”

Escuché hace años esta canción por sugerencia de mi hija Lidia, cuando ella era una pequeña niña. Desde esa ocasión cada vez que la escucho, mínimo, un par de lágrimas no dudan en salir de mis ojos. En aquella ocasión me di cuenta que algún día mi hija se marcharía de mi lado. Tal como yo me fui un día del lado de mi mamá. La ley natural de la vida. Pero las partidas no son solo entre padres, madres e hijos. Parece que estamos destinados a un continuo despedir lo que queremos. Lo que causa dolor, dolor que debemos transformar en esperanza.

La Boda

Asistí hace pocos días a un matrimonio, en el que se leyó como es costumbre en estas ocasiones el pasaje bíblico de las Bodas de Canaán. Ya lo había escuchado un sinnúmero de veces, pero ahora la idea que llegó a mi fue distinta. Sin poder repetir con exactitud lo que el sacerdote dijo, remito algo parecido y escrito según mis palabras:

A los novios de las Bodas de Canaán se les acabó el vino; la fiesta entonces se iba a convertir en un fracaso y todo el pueblo iba a comentar sobre eso, contando con los invitados que seguramente harían las peores críticas sobre sus anfitriones. Pero, ¡Oh sorpresa! No contaban con ciertas amistades del novio y de la novia. Había entre sus invitados dos personas que harían de aquella situación algo que sería recordado por los siglos de los siglos: un milagro. Una sencilla Mujer invitada a la boda, quien parece tenía la costumbre de estar muy pendiente de todo, se da cuenta de que el vino se había terminado. Dice entonces a su Hijo, a estos dos se les acabó el vino, dales una mano, que los pobres están desesperados. El Hijo que no quería salir de su low profile (bajo perfil) le pide que no se meta en ese asunto, aún no es su hora de actuar. La verdad no sabemos qué es lo que estaba esperando o cuando sería el momento preciso en que se diera a conocer al mundo. En tal caso, tuvo que demostrar su identidad secreta porque aquella mujer como toda buena madre, no tomó en cuenta sus palabras y con sutil delicadeza ordenó a los empleados de aquella casa: ¡hagan lo que Él les indique! El obediente Hijo, se puso manos a la obra al darse cuenta que no podría ir contra la insistencia de su Madre, entonces hizo llenar las tinajas de agua y luego transformó el agua en vino. Con más que suficiente vino para esa noche, continuó la fiesta y con un detalle que jamás olvidarían los invitados; terminado el vino mediocre, los novios ofrecieron el mejor vino de la historia. Que se sepa, nunca jamás nadie ha probado un vino tan exquisito.

Dejar Pasar

“Así como la oscuridad de la noche se disipa cuando sale el Sol, así también la oscuridad de la ignorancia y la ilusión se disipa cuando conoces a tu Verdadero Ser.” Esto dice el Bhagavad Gita, libro sagrado que contiene un saber universal.

Atendiendo a los consejos ancestrales, dando una breve mirada “a lo de antes” tal vez logremos entender mejor la vida, nuestra vida. Aquella que por espacios, cortos o prolongados se torna difícil y poco llevadera. Los antiguos aconsejaban conocerse a sí mismo para poder enmendar lo torcido y afianzar lo bueno. El mismo Jesús nos desconcierta cuando dice “Dioses sois”. Nos está indicando que el camino es la interiorización. Ese Dios, que somos está dentro, es el soplo Divino, el Espíritu que mora en nuestro ser.

¿Qué puede ser tan seguro?

Puede el ser humano estar rodeado de seguridades, construir una verdadera prisión en torno a si. Preso de sus temores y carcelero de su propia vida, da a la angustia mil nombres y le pone mil caras que parecieran ser la encarnación del peligro.

La historia de la humanidad ha sido silenciosa testigo de cómo han caído al precipicio de lo inimaginable, celebridades, estrellas del arte, príncipes, reyes, magnates, políticos, santos y pecadores. Gente común, gente única, gente exclusiva, todos vamos a lo mismo.

Desde que el hombre y la mujer nacen, deben tener una seguridad, ninguna otra es tan verdadera: un día, hoy, mañana o cualquier día, vamos a morir. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Tras saber que esta es la única afirmación segura, ¿por qué temer al dolor, a la enfermedad y a la muerte? Sería mejor aprender a desprendernos de la angustia por lo inevitable.

El Discípulo

Acostumbrada al término “discípulo” como aquel que es alumno de otro, no he ido más allá de lo que parece un sencillo significado de este término. Hace poco escuché a una profesora de yoga, dar a “discípulo” otra significación. Discípulo no es solo el que aprende de otro o sigue a un maestro. Primero, dijo la profesora, discípulo deriva de la palabra “disciplina”; entonces, para ser un “discípulo” hay que ser disciplinado. A un discípulo lo hace la disciplina. ¿Hemos de ser discípulos de alguien? ¿Seguir a alguien que pueda guiarnos? La profesora de yoga agregó un concepto nuevo a mi diccionario de términos y situaciones, debemos, dijo, ser discípulos de nosotros mismos.

No significa esto que hemos de creernos los omnipotentes maestros de la vida. Es simplemente el hecho de buscar dentro de cada uno lo que ya está impreso en nuestro ser, interiorizar en lo que ya hemos aprendido. Somos un soplo de Dios, y un soplo de Dios debe tener mucha sabiduría. Con las distracciones del mundo, lo olvidamos todo o casi todo y acabamos creyendo que nacemos ignorantes para aprender “muchas cosas” y llenar un cerebro vacio y carente de todo contenido. Pues, no es así.

Pensando en muchas cosas…

Esta es una época que se puede tomar en dos sentidos. Uno, podría ser como de “post-mortem” y estaría bien, ya que hace apenas dos meses que asistimos a la muerte del año anterior, puede que aún queden heridas que sanar, secretos que contar, secretos que ocultar más todavía, momentos que recordar, temores que vencer o deudas que pagar.

También podría ser una etapa de inicio, algo así como un estado entre pre-natal y natal. En la que hemos puesto esperanzas, y deseos que, obviamente, queremos se cumplan.

Si se habrán dado cuenta, entre una y otra posibilidad queda un vacío. El antes y el después nos deja inevitablemente el “ahora”. Qué estamos viviendo “ahora”. Ahora, mientras se quemaba el “viejo”; ahora mientras escribo o ahora, mientras ustedes leen lo que escribí.

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