Ofrecer el corazón
Dejaré mi vida, simplemente, correr como las aguas del río. Contemplaré como transcurren los días, serenamente, sin dejarme vencer por el hastío.
Es lo que sentí y pensé, luego de mi práctica de yoga, sentada frente al río; mientras sonaba una canción interpretada por Mercedes Sosa, “te ofrezco mi corazón”: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Y es así como deberíamos intentar sentirnos todos, en esa calma y en esa paz absoluta y sin límite de tiempo. Transcurren horas o segundos, pero la calma sigue ahí. Nos vamos al mundo nuevamente, pero la calma sigue ahí. Para lograrlo debemos mentalizarlo primero. Hacer el ejercicio de introducir nuestra mente en un río sereno; sin el fluir de las ideas, sin el ruido de las cosas diarias. Callar la boca, la mente y los sentidos. Aquietar el ritmo del corazón, respirar lenta y profundamente. Lo podemos intentar. Sea en nuestra habitación, en la oficina, en el auto, por unos segundos. Ciudadanos en calma, aquietando el alma, en aras de la paz. No es necesario escribir carteles o pintar paredes; hacer revueltas o agitar masas. Intercambiar insultos o polemizar.