19 abril, 2025

Sólo grita mi nombre

Existe, en mi memoria y en grabaciones y discos en muchos lugares del mundo real y del mundo cibernético, una bella canción de Carole King. La canción fue interpretada también, en solo y junto a Carole, por el ultra recordado James Taylor. Otras versiones, Celine Dion, Gloria Estefan, Shania Twain; y todas las versiones imaginables. Es una canción que lejos de ser una simple melodía, es un auténtico poema a al amor. Al amor puro y honesto que existe cuando dos personas son realmente amigas. Esa amistad que lejos de confundirse con días de fiesta o noches de farra, es el símil de días difíciles o noches de soledad. La amistad que nos sostiene en nuestros momentos oscuros e impide que tropecemos o, si tropezamos nos impide caer, o si caemos, simplemente, nos levanta.

Emocionalmente estable

Flores de Bach

Comparto con mis lectores mi testimonio acerca del beneficio de la terapia con las Flores de Bach.

Luego de ser diagnosticada de Lupus, una enfermedad autoinmune en dónde tus propias defensas orgánicas te atacan, que además afecta al equilibrio psicológico y emocional y destruye poco a poco distintos órganos del cuerpo, no podía vivir sin tomar medicamentos antiinflamatorios y analgésicos además de pastillas para poder dormir y estar tranquila.

Todo esto dio su efecto de curación de los síntomas, es decir una curación momentánea, pero estaba dañando uno de los órganos más importantes de mi cuerpo: los riñones. Los riñones son una especie de filtro natural por dónde pasan todas las sustancias que ingerimos para luego, los desechos que resultan de su depuración, ser eliminadas por la orina. Imaginemos que los riñones actúan como una especie de “cedazo” por eso cuando se dañan o se tapan” dejan de funcionar y es ahí cuando lamentablemente las personas deben someterse a tratamientos como la diálisis. La diálisis suple de alguna manera esta función renal, “limpiando” la sangre de las toxinas y desechos que los riñones ya no pueden depurar.

Una Familia Especial

Me visitó en mi oficina Sébastien Melieres, de revista Vistazo, conversando sobre los libros que he escrito, se refirió en especial a uno: “Gutis, la hamaca y la perra”. La vida de mi hija Karyna, contada como una historia infantil y animada por las caricaturas que dibujó mi hija Lidia. Esta historia en realidad aún no ha sido publicada como un libro de venta al público. Fue publicada como libro pero para darla como recuerdo de Primera Comunión, en ese día tan especial para Karyna, el 27 de noviembre de este año.

La escribí hace dos años, cuando en el colegio a donde estudia mi hija, pidieron que los padres escribamos un cuento para regalar a nuestros hijos en Navidad. El cuento como tal quedó precioso. No porque yo lo haya escrito, sino porque en él hablo del precioso tesoro que ha sido Karyna en nuestras vidas. Pero como tantas cosas, paso a formar parte de los recuerdos que se muestran a familiares y amigos en las reuniones caseras.

En la Feria del Libro del mes de julio en Guayaquil, se lo mostré a mi compañera de Stand, Sandra López, autora del libro “Nardo y los zapatitos de Oro” (biografía de Jefferson Pérez) Ella se quedó maravillada con la historia y las animaciones. Insistió en que era un libro que debía ser publicado. Por eso cuando decidimos publicarlo, al menos como recuerdo de Primera Comunión, le pedí que escribiera la contraportada, que dice así:

La historia más bella

La música es parte de mi vida y en muchas ocasiones escuchando ciertas canciones me inspiro para escribir. Esta vez es la legendaria Aretha Franklin la que me hace entonar con satisfactoria sensación: “I Say a Little Prayer”. Pensando que esa pequeña oración hecha con amor llegue a ti y en esta época, en donde andamos como almas perdidas, confundidos en el barullo del mundo, sientas la compañía de un corazón que late como el tuyo, deseando encontrar el norte de la vida.

Es bueno para el alma sentarse a descansar, un momento de relax, de calma, de abrir el baúl de los recuerdos. A veces, recordar sanamente, aquellas ilusiones infantiles, nos ayuda a recuperar las fuerzas, nos motiva a reencontrarnos, si acaso en el camino de la vida, nos hemos perdido un poco o mucho, a nosotros mismos.

Ofrecer el corazón

Dejaré mi vida, simplemente, correr como las aguas del río. Contemplaré como transcurren los días, serenamente, sin dejarme vencer por el hastío.

Es lo que sentí y pensé, luego de mi práctica de yoga, sentada frente al río; mientras sonaba una canción interpretada por Mercedes Sosa, “te ofrezco mi corazón”: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Y es así como deberíamos intentar sentirnos todos, en esa calma y en esa paz absoluta y sin límite de tiempo. Transcurren horas o segundos, pero la calma sigue ahí. Nos vamos al mundo nuevamente, pero la calma sigue ahí. Para lograrlo debemos mentalizarlo primero. Hacer el ejercicio de introducir nuestra mente en un río sereno; sin el fluir de las ideas, sin el ruido de las cosas diarias. Callar la boca, la mente y los sentidos. Aquietar el ritmo del corazón, respirar lenta y profundamente. Lo podemos intentar. Sea en nuestra habitación, en la oficina, en el auto, por unos segundos. Ciudadanos en calma, aquietando el alma, en aras de la paz. No es necesario escribir carteles o pintar paredes; hacer revueltas o agitar masas. Intercambiar insultos o polemizar.

La tierra donde crece el oro

Si para encontrar la felicidad anhelada solo debemos buscar dentro de nosotros, para hallar el lugar más bello del mundo solo tenemos que abrir los ojos y mirar atentamente a nuestro alrededor. Sin desmerecer lugares exquisitos de belleza que existen en el planeta, al menos yo, he decidido que me quedo en Ecuador. En donde cada rincón está lleno de riqueza y en donde cada riqueza simboliza un regalo de Dios.

Nuestro país es Inmensamente grande en recursos naturales, aun siendo pequeño en extensión territorial, nada podemos pedir que no tengamos. Es por eso que aún en las mayores tragedias o en las más inquietantes crisis, el Ecuador sigue de pie. No necesariamente gracias a nosotros, nuestro temple a veces es inmeritorio, la naturaleza nos sostiene.

De Ida y vuelta

Iba en el taxi rumbo al aéreo puerto de Ezeiza en Buenos Aires, de vuelta a casa, y alcancé a ver en una esquina a una mendiga, pobre mujer que a pesar de su miseria me pareció ser muy organizada. En la esquina que aparentemente es “su casa”, tenía unos cordeles amarrados en sus extremos, de donde colgaba su ropa en completo orden. Tenía también grupos de periódicos colocados a los lados de la vereda, unas cajas y un tapete (en el que ella estaba sentada). Frente a ella, el momento en que la vi, había una maletita en la cual apoyaba unos cuadernos. En una de sus manos tenía un libro y en la otra mano un lápiz. Alcancé a ver que la mendiga leía luego subrayaba. Nunca es tarde para estudiar, pensé y no existe lugar inapropiado si queremos superar nuestras limitaciones.

Mi lugar para superar las limitaciones estaba a punto de ser abordado: el avión.

El séptimo asunto

Este es el caso de la “niña mosca”, una niña con “miasis” en la cabeza. La miasis es la parasitación de la larva de la mosca en distintos órganos. La niña de unos diez años de edad, había sido abandonada por sus padres. Vivía con una tía quien la obligaba a realizar tareas domésticas y luego la encerraba en una especie de bodega, tal como si fuera un perro. La niña dormía, comía y hacía sus necesidades en aquella “bodega”. Poco a poco su salud se fue deteriorando, ya no le servía a la tía para las tareas domésticas. Así que la tía decidió dejarla encerrada. Pero en la bodega no solo vivía la niña también vivían las moscas quienes encontraron en la cabeza de la niña un lugar apropiado para su estancia y reproducción.

En este momento de la historia aparece “la vecina metida”, aquella que está pendiente de la vida ajena y se ha dado cuenta de la desaparición de la niña. Además, cuando es de noche, en prácticamente todo el barrio, se escucha un llanto “sordo y lejano” proveniente de la casa de la tía de la niña.

Recuerdos de feria

Cuando llegué a la feria me estaban esperando mis hijas Lidia y Paula. Se encontraban algo molestas y dijeron: “mami ya no hay stands en “autores nacionales”. Me indigne.- ¡Vine ayer!-les dije – ¡Los organizadores me insistieron que no podía dejar reservando mi espacio! Supuestamente hoy llegábamos aquí y nos instalábamos y listo. ¡Qué horror! Voy a buscar a alguien para solucionar este problema. Mis indignadas hijas se quedaron esperando sentadas en un banquito de metal, “cuidando los libros”, bajo un sol inclemente

Claro que sí, los organizadores solucionaron el problema. Para calmar mi actitud llena de enojo, los organizadores de la feria me ofrecieron compartir el stand con “el libro de Jefferson Pérez”. ¿Qué le parece? ¡Una ubicación privilegiada! Acepté. Nos instalamos al mismo tiempo que los vecinos con quienes compartiríamos el stand, el esposo e hijos de Sandra López, la autora de “Nardo y los zapatitos de oro” (“el libro de Jefferson Pérez”). Para mis hijas y para mí fue el inicio de una jornada de arduo trabajo, de días que de repente y desde el principio se nos volvían inacabables, pero de una experiencia extraordinaria. “Abrir y cerrar la tienda” era la frase de cada día durante aquel mes de julio.

La Consigna

“Todo puede faltarle a un ser humano, menos caridad” escribió un sacerdote jesuita. Estoy completamente de acuerdo, porque esa caridad que significa amor es lo que nos hace humanos.

También escribió: “Si tengo algo que decir a mi hermano, lo busco, aconsejo o confronto, pero no disperso informaciones de las que parcialmente tengo conocimiento”.

Me baso en esas dos frases escritas con acierto para compartir con ustedes la siguiente reflexión.

×