3 diciembre, 2024

Ofrecer el corazón

Dejaré mi vida, simplemente, correr como las aguas del río. Contemplaré como transcurren los días, serenamente, sin dejarme vencer por el hastío.

Es lo que sentí y pensé, luego de mi práctica de yoga, sentada frente al río; mientras sonaba una canción interpretada por Mercedes Sosa, “te ofrezco mi corazón”: “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Y es así como deberíamos intentar sentirnos todos, en esa calma y en esa paz absoluta y sin límite de tiempo. Transcurren horas o segundos, pero la calma sigue ahí. Nos vamos al mundo nuevamente, pero la calma sigue ahí. Para lograrlo debemos mentalizarlo primero. Hacer el ejercicio de introducir nuestra mente en un río sereno; sin el fluir de las ideas, sin el ruido de las cosas diarias. Callar la boca, la mente y los sentidos. Aquietar el ritmo del corazón, respirar lenta y profundamente. Lo podemos intentar. Sea en nuestra habitación, en la oficina, en el auto, por unos segundos. Ciudadanos en calma, aquietando el alma, en aras de la paz. No es necesario escribir carteles o pintar paredes; hacer revueltas o agitar masas. Intercambiar insultos o polemizar.

La tierra donde crece el oro

Si para encontrar la felicidad anhelada solo debemos buscar dentro de nosotros, para hallar el lugar más bello del mundo solo tenemos que abrir los ojos y mirar atentamente a nuestro alrededor. Sin desmerecer lugares exquisitos de belleza que existen en el planeta, al menos yo, he decidido que me quedo en Ecuador. En donde cada rincón está lleno de riqueza y en donde cada riqueza simboliza un regalo de Dios.

Nuestro país es Inmensamente grande en recursos naturales, aun siendo pequeño en extensión territorial, nada podemos pedir que no tengamos. Es por eso que aún en las mayores tragedias o en las más inquietantes crisis, el Ecuador sigue de pie. No necesariamente gracias a nosotros, nuestro temple a veces es inmeritorio, la naturaleza nos sostiene.

De Ida y vuelta

Iba en el taxi rumbo al aéreo puerto de Ezeiza en Buenos Aires, de vuelta a casa, y alcancé a ver en una esquina a una mendiga, pobre mujer que a pesar de su miseria me pareció ser muy organizada. En la esquina que aparentemente es “su casa”, tenía unos cordeles amarrados en sus extremos, de donde colgaba su ropa en completo orden. Tenía también grupos de periódicos colocados a los lados de la vereda, unas cajas y un tapete (en el que ella estaba sentada). Frente a ella, el momento en que la vi, había una maletita en la cual apoyaba unos cuadernos. En una de sus manos tenía un libro y en la otra mano un lápiz. Alcancé a ver que la mendiga leía luego subrayaba. Nunca es tarde para estudiar, pensé y no existe lugar inapropiado si queremos superar nuestras limitaciones.

Mi lugar para superar las limitaciones estaba a punto de ser abordado: el avión.

El séptimo asunto

Este es el caso de la “niña mosca”, una niña con “miasis” en la cabeza. La miasis es la parasitación de la larva de la mosca en distintos órganos. La niña de unos diez años de edad, había sido abandonada por sus padres. Vivía con una tía quien la obligaba a realizar tareas domésticas y luego la encerraba en una especie de bodega, tal como si fuera un perro. La niña dormía, comía y hacía sus necesidades en aquella “bodega”. Poco a poco su salud se fue deteriorando, ya no le servía a la tía para las tareas domésticas. Así que la tía decidió dejarla encerrada. Pero en la bodega no solo vivía la niña también vivían las moscas quienes encontraron en la cabeza de la niña un lugar apropiado para su estancia y reproducción.

En este momento de la historia aparece “la vecina metida”, aquella que está pendiente de la vida ajena y se ha dado cuenta de la desaparición de la niña. Además, cuando es de noche, en prácticamente todo el barrio, se escucha un llanto “sordo y lejano” proveniente de la casa de la tía de la niña.

Recuerdos de feria

Cuando llegué a la feria me estaban esperando mis hijas Lidia y Paula. Se encontraban algo molestas y dijeron: “mami ya no hay stands en “autores nacionales”. Me indigne.- ¡Vine ayer!-les dije – ¡Los organizadores me insistieron que no podía dejar reservando mi espacio! Supuestamente hoy llegábamos aquí y nos instalábamos y listo. ¡Qué horror! Voy a buscar a alguien para solucionar este problema. Mis indignadas hijas se quedaron esperando sentadas en un banquito de metal, “cuidando los libros”, bajo un sol inclemente

Claro que sí, los organizadores solucionaron el problema. Para calmar mi actitud llena de enojo, los organizadores de la feria me ofrecieron compartir el stand con “el libro de Jefferson Pérez”. ¿Qué le parece? ¡Una ubicación privilegiada! Acepté. Nos instalamos al mismo tiempo que los vecinos con quienes compartiríamos el stand, el esposo e hijos de Sandra López, la autora de “Nardo y los zapatitos de oro” (“el libro de Jefferson Pérez”). Para mis hijas y para mí fue el inicio de una jornada de arduo trabajo, de días que de repente y desde el principio se nos volvían inacabables, pero de una experiencia extraordinaria. “Abrir y cerrar la tienda” era la frase de cada día durante aquel mes de julio.

La Consigna

“Todo puede faltarle a un ser humano, menos caridad” escribió un sacerdote jesuita. Estoy completamente de acuerdo, porque esa caridad que significa amor es lo que nos hace humanos.

También escribió: “Si tengo algo que decir a mi hermano, lo busco, aconsejo o confronto, pero no disperso informaciones de las que parcialmente tengo conocimiento”.

Me baso en esas dos frases escritas con acierto para compartir con ustedes la siguiente reflexión.

¡Deja que ladren!

Hablando de ser susceptibles, pienso que eso no nos lleva a nada. Al realizar una propuesta pública siempre habrá quien se manifieste en contra. Unas veces con claros motivos. Motivos que nacen del bien o del mal, pero motivos claros. Otras veces refutarán sin sentido de nada. Ese es el precio de dirigirse a los demás con cualquier tipo de propuesta. Recordemos que entre “los demás” hay quienes viven en un permanente “sin sentido”.

Si de opinión pública se trata: ¿qué mejor que los demás opinen? Nada mejor. Mejor imposible. Que digan lo que quieran pero que digan. El hecho de que escriban para ti y que comenten es mucho, es fantástico. Con una buena dosis de creatividad, de ganas de “fregar la vida” y además de hacerlo en serio, puedes valerte de esas opiniones, de esas, las menos racionales, para hacer surgir un buen artículo.

La Librería: ¡Prueba superada!

Cuando me senté a escribir La Librería el viernes 5 de Julio del 2009, estaba pasando por momentos personales muy difíciles, muy dolorosos en la intimidad de mi alma y de mi corazón. En vista de eso, porque necesitaba ayuda, fui a conversar con una persona a quien quiero mucho, un sacerdote. Regresé de la conversación y decidí que iba a escribir una historia.

Yo atribuyo el mérito de haber escrito esa historia, al ánimo que me dio mi amigo el cura: Anda, ¡escribe! , eso me dijo. Le hice caso y le doy las gracias por ese buen consejo y también por todo el tiempo en el que tuvo la paciencia de atender mis problemas… a pesar de ser él una persona tan ocupada.

En la historia que escribí, conté muchas cosas, algunas las viví yo, otras las inventé a partir de realidades observadas muy de cerca.

¡Guarda tu espada!

Leyendo “Mi vida es mi mensaje”, biografía de Gandhi escrita por el sacerdote jesuita John Dear, encontré una frase: “Los medios tienen que determinar los fines”, y no se cansó de decirlo con su propia vida, hasta que murió asesinado. Gandhi, ese mismo que fue víctima de la persecución racial. Quien fue arrojado de un tren por tener un color diferente al blanco y negarse por eso a viajar en “tercera clase”. Ese mismo que nos conmueve con su vida. Gandhi se representa en el migrante de nuestros días. En los migrantes a los sacan como a perros o matan como a ratas, porqué no tienen papeles…

“Satyagraha” o “Fuerza de la verdad”, significa resistir a la mentira con medios sinceros. Dijo Gandhi: “Quien permanece fiel a ella no conoce la frustración ni la desesperación”.

El Obstáculo

Antoine de Saint-Exupéry, famoso autor de El Principito, escribió en su libro Tierra de los Hombres: “El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo”.

¿Cuál es ese obstáculo que nos permite descubrirnos?

Nosotros mismos. Ese es el obstáculo y no otro.

Cada quien es su medida. Podemos obstaculizar nuestro paso por la vida o permitir que todo fluya. Vencer el obstáculo es irnos conociendo. Profundizar en lo que somos y en lo deseamos llegar a ser. Qué dejar, qué descartar.

×