Ojalá que llueva café…
A ratos, nuestras vidas; un tanto confundidas, se aferran a cierto tipo de fantasías y supersticiones, propias del incansable trajinar por lograr días mejores, lo cual nos permite anhelar lo que creemos que por ley nos pertenece. Esto es, una vida mejor, una vida llena de prosperidad, que a la gran mayoría de ecuatorianos les permita incluso ya no tener que ir a la tienda del barrio a solicitarle al vecino, dueño de la misma, les fíe cierta cantidad de alimentos, hasta que llegue la quincena o el fin de mes, para así poder “parar la olla”, para que nuestros hijos tengan algo que comer para ese día, aunque lo que se venga luego, aquello será resuelto en su momento, pues no hay capacidad para más.
Son muchas las circunstancias envolventes un 31 de diciembre a las 12 de la media noche, son muchos los sueños y esperanzas que nos mueve a convencernos que comiendo las 12 uvas, saliendo a pasear por la cuadra del barrio con equipaje al hombro, quemando un muñeco y haciéndolo tronar hasta más no poder, besando y apretando hacia nuestro corazón el retrato de la novia o el novio, etc, es aquello, más o menos, asegurar una mejor alternativa para el año venidero.