7 septiembre, 2024

Comentario

Historias de Amor.

Amo estar vivo y amo estar muerto cuando muerto esté.

Amo a mi madre y a mi padre que estuvieron en este mundo y me esperan en el mundo en el que estén.

Amo el aire que respiro, el agua de canela y el pescado que no está en una pecera.

Amo ver, con lentes, sin gafas, con los ojos vendados, atado de pies y manos y esperando que amanezca después de amarte desde las cero horas hasta las seis.

Amo pasarme la lengua por la cara, lamerme los labios de alegría probando chocolate caliente viendo a mi hija meter sus sueños en la mochila.

Yo me espío… Tú me espías… Todos nos espíamos

Como que de repente se ha descubierto el espionaje… Maravilla de maravillas! Esto de pensar que la ciudadanía es protegida, y que la vida privada pertenece a cada quien, está resultando una mentira. ¿O una farsa en donde unos y otros pretenden haber sido sorprendidos? Ridiculeces… ¿Cuándo no ha espiado quien dice que lo espían?

En las familias siempre hay algún chismoso que toma la delantera de los demás. Está al tanto de lo mínimo que ocurre día por día. Claro que también noche tras noche. ¿Cómo sabe los sucesos, y con tanto pormenor? Simple. Muy simple. Es que tiene sus amigos informantes. Sin costo. Pues todos integran, voluntariamente, la gran masa social de la chismofilia. Y claro, lo que pasa en la familia repercute en el barrio y lo que repercute en el barrio, pasa en la comunidad… El tendero de la esquina, el vendedor del kiosco, el guardián de la casa de enfrente, el taxista y el peluquero igual que la modista, tratan de mantenerse al día de las ocurrencias sociales, colectivas e individuales, y vivir la sensación increíble del placer de hablar del prójimo. Por su puesto en bien, ya que explicar todas las fechorías conocidas es para que la gente aprenda y mejore… ¿O no?

La puerta

No hay mayor fragilidad que la de estar en medio de dos caminos y no saber cuál tomar. Estoy entre el límite de mantener mi tradicional yo, mi soledad elegida y mi adultez prematura o derribarlo todo y entregarme al amor, a escuchar a mi cuerpo, a atender a la niña interior que reclama su infancia. Estoy con un pie en lo seguro y otro en la aventura.

¿Debería intercambiar seguridad por libertad? ¿Sería una buena inversión? Estoy dividida, paralizada. Si tomo el sur, mi tierra de lluvias y silencios, mi hogar de tantos años; o si me aventuro hacia el norte, una tierra extraña, de su clima y su hospitalidad no sé nada.

Estoy en un dilema con el tiempo. Hay dos momentos muy tentadores, el pasado y el futuro. Se puede vivir eternamente en el pasado o se puede despojar de las cargas y abrir camino para el futuro. El pasado no es malo, no es bueno tampoco, pero es la única forma que conozco de vivir. Del futuro no conozco más que su incertidumbre y que podría ser mejor o peor que mi austero pasado. Parecería que la solución fuera simple: elegir lo seguro, lo conocido; no vaya a ser que si me arriesgo pierda más de lo que ya he perdido…

La Humildad en la Gloria

Realmente que la trágica muerte de un impecable guerrero del futbol ecuatoriano, hijo, nieto, padre, esposo y amigo ejemplar, tal cual es el caso de CHRISTIAN BENITEZ BETANCOURT, nos ha dejado una fuerte lesión emocional, incluso, a quienes tuvimos el privilegio de conocerlo aunque sea a través de las noticias deportivas.

Mi querido padre, a través de sus sabios consejos, siempre me decía: “Hijo, el ser humano no debe ser lo que quiere que otros piensen de él…el ser humano debe ser lo que es realmente por esencia”…Mientras más humilde y sabio, muchísimo mejor”

Cuán grande es aquel que su grandeza nace precisamente de su humildad. Cuán grande y singular es aquel que, mientras más grande es su fama, más serena es la sencillez de su alma. Cuán grande y humilde a la vez, es aquel que, codeándose y mirándose cara a cara con la gloria deportiva, no presume de prepotencia alguna para con sus congéneres.

Letras para Enrique Boloña…

Enrique ha sido para mí una bendición del señor.Su hermandad ha sido para mí existencia un privilegio que el creador me ha concedido.

La vida de Enrique ha tocado mi vida de la misma manera que ha tocado la vida de muchos seres a los que ha ayudado. Todas las historias de mi vida y las historias de la suya, han sido compartidas por nuestra amistad. Ha estado presente en todos los acontecimientos de mi camino, cómo yo en los suyos y es la única persona a la que le acepto ciegamente sus pedidos.

Muchas veces he hecho lo contrario a lo que pensaba, solo porque él me lo pedía. Hoy está pasando malos momentos en el exterior.

Me la he pasado llorando varios días y un desasosiego interno me corroe de impotencia por la incapacidad de no poder hacer nada para que se ponga bien. Nunca le he pedido nada a Dios. Pero hace dos días le ofrecí mi vida para que Enrique sanara la suya. Le daba todo lo que tengo y todo lo que soy a cambio de que vuelva a estar como antes.

¿Hasta cuándo las ofensas?

Hace aproximadamente cuatro años, se publicó en Quito el libro Irradiación de 1809, Historia de la Academia Nacional de Historia 1909‐2009”. Esta obra se escribió para conmemorar el centenario de la citada institución. Su autor la inició con un capítulo dedicado a la Independencia de Ecuador. Para mi asombro, no había referencia alguna al 9 de octubre de 1820. Inmediatamente procedí a escribir una carta de protesta a Juan Cordero Íñiguez, presidente de la mencionada academia, y presenté mi renuncia irrevocable. Yo no podía formar parte de una agrupación que despreciaba la independencia de Guayaquil. Juan me contestó indicando que no era una obra publicada por la Academia Nacional de Historia, había sido iniciativa de uno de sus miembros, solicitándome retirar mi renuncia. Le contesté que no lo haría ya que él había escrito el prólogo y debió haberse dado cuenta de tan lamentable omisión.

Han transcurrido los años y un nuevo libro se ha publicado en Quito sobre la Revolución Juliana, su autor es Juan Paz y Miño. Para mi sorpresa, quien escribe el prólogo es Juan Cordero. Lo sustancial se resume a continuación:

Alfredo Escala Maccaferri

Antonio Machado, el genial poeta español, decía en uno de sus versos: “Caminante no hay camino, se hace el camino al andar”, queriendo significar que el ser humano no viene al mundo con una ruta trazada sino que le toca hacerla. Algunos pierden el sendero al dejarse llevar de las pasiones o buscar única y exclusivamente el propio interés. Esos viajeros de la existencia pueden tener éxito momentáneo, pero, al no dejar ningún legado espiritual, poco a poco se pierde el recuerdo de sus existencias. Otros, en cambio, ponen lo mejor de sí en ir burilando una serie de obras en beneficio de sus semejantes. Cuando la labor no solo se refiere a una sola faceta, el beneficio social para sus semejantes es mucho mayor. Ejemplo de un hombre de múltiples méritos fue el Doctor Alfredo Escala Maccaferri quien falleció en esta ciudad en medio de la consternación de quienes lo conocimos y apreciamos al médico estudioso, bien intencionado e idealista que siempre fue.

Alfredo, venía profesando con singular conocimiento la ciencia de la medicina, cumpliendo con el juramento Hipocrático, siempre conservando la calma haciendo que su conducta inspire confianza al paciente. Discípulo de Galeno, Ambrose Paré, Miguel Servet, Pasteur y Lister había ganado para la profesión médica una alta reputación por sus conocimientos y por la importancia que le daba al aspecto ético.

Un alimento completo

Cartel de lactancia materna

La novelería hizo que la mujer, por los años cincuenta, ya sea por pudor, comodidad o estética, prefiera dar biberón a su hijo en vez de darle el seno. Luego vinieron las dudas de si tengo o no suficiente leche, etc. Hasta comienzos del siglo pasado, si una madre no tenía suficiente leche, se contrataba una nodriza para que el niño crezca robusto, sano y fuerte.

La industria presentó entonces las leches artificiales (inicialmente se daba leche evaporada para aumentar las calorías y teóricamente nutrir mejor al bebe, aunque la hiperosmolaridad hiciera más daño) y vieron un negocio fabuloso en aprovecharse de la ignorancia y comodidad de las madres, para ganar dinero vendiendo una leche de muy inferior calidad para alimentar a lo más importante que tiene el ser humano: sus hijos (para suplir el seno).

La casa no es una cosa

No es solamente un objeto, No es una cosa. Es un proceso… Como la vida, es una obra en constante cambio, y, siempre necesitamos cambiar. Crece, decrece y se modifica conforme a las situaciónes y circunstancias de sus usuarios.

Aunque, posiblemente, los términos están mal utilizados, este escrito está específicamente dirigido para los ciudadanos de clase media.

Está escrito para quienes compran la casa ya construida y pierden (por no saberlo) el derecho al pataleo. La compran por razones varias, para mejorar su estatus, por especular con la plusvalía, por protección familiar, y otros motivos más que se nos escapan al momento. Creemos que un gran porcentaje (tal vez algo más del 80%) de viviendas compradas construidas son alteradas o reformadas durante el tiempo en que se usan.

El paulatino uso de la superficie vacía de terreno y la remodelación y crecimiento de los espacios interiores se producen por movilidad familiar –aumento o disminución-, modificación de las necesidades del grupo o por el simple hecho de “modernizar” lo interno para mayor expansión y comodidad.

Con las alas heridas

Alguna vez alguien muy querido me dijo que todos tenemos una, o varias, heridas existenciales. Algo así como un pasado que no podemos soltar, una pérdida irremediable o un ejército de demonios internos que alteran nuestra integridad. Lo más lamentable de estas heridas existenciales es que no son dolores específicos, como decir “me duele la cabeza” o “me duele que me hayas mentido”. No. Éstas se apoderan de todo tu cuerpo y toda tu alma. Están en todos lados y no están en ninguna parte. Vienen y van, pero siempre están ahí.

Piensas que la vida es buena porque tienes una linda familia y un buen trabajo. Te sientes contento. Pero llega entonces la noche, ¡Ay de esa noche! Afuera hay una paz invernal y una quietud nocturna, pero dentro de ti bailan los duendes del malestar sinsentido. De repente te invaden sensaciones extrañas, gritos ahogados de dolores sin nombre y sin razón. ¿Pero qué demonios está pasando? Pues probablemente se trata de tu herida existencial. Le entraron ganas de visitarte, a la muy conchuda esta, ¡sin avisarte siquiera! Para recordarte que aún sigue vivita y coleando y que tienes que sanar. Tenemos que sanar.

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