9 noviembre, 2024

Comentario

Un justo homenaje a mi querido Padre

Con sumo agrado fui partícipe de un pequeño, pero emotivo acto, en el cual a más de entregarle un acuerdo de reconocimiento de parte del señor Alcalde, a mi padre el doctor Piero Aycart V., se develizó en el Museo Julio Jaramillo, fotos del Conjunto “Los Bambinos”, quienes fueran durante las décadas del 50 y 60 del pasado siglo, íconos de cultura juvenil, en lo que a música se refiere.

Me contaban algunos historiadores del arte, que fueron “los Bambinos” quienes iniciaron la cultura de las agrupaciones juveniles musicales del Guayaquil de mediados del siglo XX, y también, quienes tuvieron la oportunidad de bailar con ellos, que el desarrollo de sus repertorios, fueron una exquisitez para sus oídos y que eran una incitación e invitación para un buen baile con la pareja que se quería conquistar.

Mis Primeras Líneas

Hace un par de semanas, sentado a la mesa con mi familia, mi suegro me ofrecía la oportunidad de llenar el espacio que mi padre había dejado en este medio. Para quienes no lo sepan, mi padre, el Capt. Eduardo J. Insua Márquez de la Plata falleció hace ya 3 años de leucemia.

Siendo muy franco, cada vez que mi viejo escribía, una gota de sudor rodaba por mi frente. El siempre fue una persona muy frontal, al punto de preocuparme lo que podía salir de su boca cuando se refería a temas que lo apasionaban.

El siempre quiso escribir una novela, es más, cuando se retiró de la aviación, su plan fue regresar al Ecuador para así concentrarse en cumplir su sueño; desgraciadamente, el día a día lo apasionaba aún más y no lo podía sacar de entre ceja y ceja y entonces todo lo que decía y escribía hacía alusión directa a lo que tenía en mente.

Como es solo normal y parte de la genética humana, ese nivel de pasión forma parte de mi sistema, y aunque compartimos gustos y preocupaciones distintas, cada vez que algo ronda mi cabeza, tengo que decirlo y expresarlo como una forma de filtrar mi interno.

¡Cómo educar a jóvenes en una sociedad en crisis!

La Dra. Angela Marulanda conocida conferencista en temas familiares estuvo visitando nuestro país en donde contagió a muchos padres y madres de familia que la escucharon de la importancia de recuperar su rol de ser padres y madres. Si hoy los chicos son muy distintos, viven en otro mundo, el rol de padre y madre no se pierde nunca, mientras estén bajo su tutela son los responsables de que esos jóvenes que crearon y criaron sean hombres y mujeres de bien.

¿Qué puedo hacer para sacarle el aburrimiento a mi hijo, que todos los días me dice que está aburrido, aburrido y aburrido? –Preguntaba una desorientada madre- A mí me pasó algo parecido dijo Marulanda, cuando mi hijo me decía que estaba aburrido en la casa, yo le decía: ¡estás aburrido!, Ven, coge un trapo y ayúdame a limpiar las ventanas. ¡Y se le pasó el aburrimiento! Otro día en una reunión de sus amigos y amigas, su hijo hizo un comentario sobre la mamá de Jenny, una amiga, quien de verdad estaba mucho mejor que la hija, decía el chico. Entonces, ¡chas, le dio una bofetada al hijo! Y le dijo, a las madres se las respeta. De noche conversando le pidió perdón al hijo por haberle abofeteado delante de sus amigos, no debí reaccionar así, lo siento. Dijo la mamá. Está bien mami, te entiendo, pero no tengo culpa que la mamá de Jenny se vista tan bien y con minifaldas tan altas. Y yo no me arrepiento de haberte corregido, si no de haberlo hecho delante de otros, pues no debes olvidar nunca que a las mujeres y a las madres se las respeta.

Por los Padres (I)

Theo

Los que tenemos la suerte de a los casi 70 años, conservar a nuestro padre, podemos manifestar la alegría de contar, no sólo con su sus consejos, con su cariño y con la alegría de estar a su lado, sino además la satisfacción de sentir como nuestra vida se siente completa, por los recuerdos de sus amigos, por la alegría de nuestros hijos y nietos (y algunos, incluso, bisnietos), y por los recuerdos vividos, por las historias ancestrales, por las anécdotas de los tiempos idos.

Quiero, en homenaje a ellos, a esos padres de hace ya algunas generaciones, poner aquí unos versos que pueden traer nostalgia y pueden hacernos recordar tanto los años de infancia, como la época de nuestros inicios en la dura tarea de educar a nuestros hijos (que, al menos hablando por mí, delegamos a la mujer que llenó nuestra vida y que gracias a ella, nuestros hijos son lo que son: hombres y mujeres de bien, hombres que miran al futuro, no con ojos de incertidumbre, sino con mirada de decisión. Quiera Dios que nuestros hijos puedan llenar sus vidas como la pudimos llenar nosotros, con amor, con fe, con coraje y decisión, con honestidad, con respeto a los demás, con la frente alta y limpia y sobre todo, con amor a Dios y humildad.

¡Día del Padre!

“Tiene también el padre un día…”

Decía así una propaganda de “boxers”, camisetas guayaberas y zapatos en hombres jóvenes con miradas y poses sexis, etc, etc.

¡Sí! ¡El padre tiene también su día en todos los días de la vida de sus hijos!

El también ama y sufre por ellos.

No sé, ¿por qué lo sacaron del esquema del amor y sacrificio?

Hablo del padre, que amando a su mujer, la compañera de su vida, sueña junto a ella tener un hijo, que cuando sale a la luz, como fruto de su unión, arrancando de cada uno de los dos la parte genética para su subsistencia; trae consigo para sus padres la ternura y alegría, que los transforma en hacedores de su destino hasta el sacrificio.

El joven universitario

Iba a cumplir diez años de vida, cuando mi papá, mi mamá, mi hermana Manena y yo nos cambiamos a vivir “solos”, (dejando la casa de los abuelos), en un departamento ubicado en el segundo piso del edificio Barcia- Fernández, en las calles Rumichaca y Alcedo, Guayaquil.

Entre los vecinos de aquel nuevo lugar, estaba un joven que acababa de ingresar a la universidad. No recuerdo o no sé si en algún momento me enteré qué estudiaba el joven, lo que sí supe yo y supimos todos, es que por su situación de universitario, él tenía algunos impases con su mamá…

Aquel departamento al que fuimos a vivir mi familia y yo, tenía en cada habitación una ventana que daba a una claraboya, por dicha claraboya no solo circulaba el aire y entraba la luz, también circulaban las palabras dichas por los demás ocupantes del edificio. Permitían tales claraboyas que todos estemos al tanto de lo que ocurría en cada departamento, en una época en que no había internet, por lo que nadie tenía Facebook ni twitter. No era necesario hacer “re-twitt” ni dar “like”; bastaba con estar o no de acuerdo con lo que le sucedía al vecino y poner caritas, triste, feliz o enojada, al momento de encontrarnos en el ascensor.

Pasar por el corazón

La vida está llena de contrastes, pensaba ella mientras se dirigía a la misa de duelo. Era una tarde especial. Había estado en la casa de su amigo querido, celebrando su cumpleaños, y ahora estaba camino a la Iglesia para celebrar la muerte. Pasó de un ambiente colmado de arcoiris, de buenos libros y risas tímidas a un ambiente silencioso, solemne, reflexivo…

El sacerdote salió con paso sereno y el público entonó el canto de entrada: “Dios está aquí”. La ceremonia había comenzado. De vez en cuando se oía la sutil música de las lágrimas cuando caían, los rostros abstraídos, como volviendo a digerir una realidad que se les escapaba. El silencio traía consigo un baúl de recuerdos y el tiempo oscilaba entre un lejano presente y un cercano pasado…

Al momento de la homilía, el sacerdote bajó del altar y se paró frente a las almas dolientes, como buscando la cercanía, procurando un encuentro familiar. “Hoy vamos a recordar, dijo. La etimología de la palabra ‘recordar’ significa ‘Volver a pasar por el corazón’.” A la escucha de aquellas palabras sentimentalmente mágicas, los participantes volvieron a pasar por el corazón las memorias más alegres y las cualidades más nobles de quien en espíritu los acompañaba. Al finalizar la ceremonia, alguien recitó unos versos escritos entre lágrimas y pausas añorantes; una mezcla de dolor humano y heroica fe.

Dar al César lo que es del César

El 28 de Mayo 2013, diario El Universo publicó el artículo Líder de la Oposición del señor Iván Sandoval Carrión, cuyo enlace está a continuación:

http://www.eluniverso.com/opinion/2013/05/27/nota/960356/lider-oposicion

Este artículo llamó mi atención y me condujo a escribir una carta para el señor Sandoval, con copia para el Director de El Universo y Cartas al Director de este diario.

Luego de una espera prudencial y en vista de que diario El Universo no ha publicado mi carta, la transcribo para conocimiento de los lectores:

Mi carta a la virgen María

Me llegó una propuesta de un querido amigo por Facebook, en la cual ponía a nuestra consideración recuperar una “tradición salesiana”, que consistía en escribir una carta cariñosa y con nuestras necesidades a la Virgen, y posteriormente “quemarla” el 31 de mayo.

Me pareció muy válida y justa la recuperación de esta tradición, porque personalmente tengo mucho que contarle y más que todo agradecerle a la creadora de nuestro creador y a través de esta pequeña entrega, trataré de resumir todas las bendiciones y más que todo, las peticiones que debo hacerle y de seguro, como siempre lo ha hecho, interceder por este humilde pecador, ante Dios nuestro Señor.

Quiero agradecerle por la familia que me ha dado, por mis padres que siempre se esforzaron y dieron más de lo normal por darnos una vida sin lujos, pero muy rica en valores y enseñanzas que me han permitido ser una persona libre y de buenas costumbres, por mis hermanos, quienes siguen siendo mis modelos a seguir y también, por qué no, modelos a superar en ciertos aspectos de bien colectivo, a mi esposa por su santa paciencia y abnegado trabajo, para que nuestros hijos se mantengan por el buen camino y practiquen lo que un buen cristiano debe al menos cumplir.

¿Qué quieres ser cuando seas grande?

Ahora que soy grande, ¡quiero ser niño! La niñez, es la mejor época de la vida, y es absurdo renunciar a ella solo porque crecemos en edad y a veces en estatura. La niñez es una época que podemos llevar siempre dentro de nosotros, en la mente y en el corazón. Así enrumbaremos la vida por el camino correcto. Los niños, suelen no complicarse, siguen a la voz que habla desde el fondo de su corazón. Esa es la voz de la conciencia, la voz del alma, la voz de Dios. La misma Voz que dijo que debíamos ser como niños para entrar al Reino de los Cielos. Reino que no está tan lejos, pues está dentro de cada uno, de cada ser que quiere ser como un niño para encontrar a su Padre y sentirse seguro y a gusto en Su presencia.

Ser niño tampoco es ser perfecto, pero es lo más cercano a aquello. Ser niño es ser auténtico. No siempre simpático ni gracioso, pero de seguro casi siempre veraz. Los niños, en su mayoría, no tienen el filtro del “qué dirán” o el “qué pensarán de mi”. Son como son, dicen lo que sienten y hacen lo que piensan. Por eso son felices, aún en situaciones lamentables en cuanto a las condiciones de vida. Y ser feliz es el objetivo de todo ser humano. Aún el masoquista busca la felicidad en su masoquismo, el vengador en su venganza y el criminal en su crimen.

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