24 noviembre, 2024

Comentario

Feliz viaje, querida Tía

Estaba ordenando temas con matiz político, los cuales sinceramente son los que más me agradan
abordar, más aún, ahora que ya estamos en precampaña electoral, sin embargo, el viernes
pasado muy por la mañana, recibí la llamada de mi madre, comunicándome que mi Tía Norma,
había fallecido

Son noticias, que como se dice vulgarmente, te mueven el tablero o te ponen las situaciones
patas arriba, y aunque vivíamos físicamente distantes, ella en Cuenca, y yo acá en Guayaquil,
estuvimos muy unidos, demostrándome ella, que aunque éramos de pensamientos e ideologías,
se podría decir, antagónicas, siempre primó el amor filial, y el respeto hacia una persona que
supo franquear sus adversidades, hasta que esa enfermedad, venció su templanza y deseos de
mantenerse en este mundo terrenal.

A un amigo enfermo

Acabo de enterarme de tu problema.

Como sabes, yo tuve cáncer de esófago con dos metástasis pulmonares hace más de 7 años y aquí estoy, tranquilo y aparentemente curado de mi cáncer. Sólo te escribo para decirte que no te desesperes, que todo en el mundo tiene solución y que sólo Dios sabe el día y la hora… Todos, en algún momento pasaremos por el duro trance de la muerte. Lo importante es, hasta que llegue ese momento, preocuparnos por hacer el bien a los que Dios pone a nuestro lado y en nuestro camino, y ¡amar!; y cuando llegue ese momento, estar preparados para ir a Él.

El cáncer o la enfermedad es un regalo que Dios nos proporciona para enseñarnos a ser humildes y a amar. El ser humano ha sido creado para amar y para servir. La Biblia lo dice claramente: “El que no vive para servir, no sirve para vivir.”

¿Hacia dónde nos dirigimos?

La vida es complicada,
Es difícil poner en orden todas las variables,
El caudaloso río de la vida me lanza de nuevo a la corriente.

Una duda surge siempre que te encuentras con gente que lo tiene todo, pero
no suele ser amable, alegre ¿Por qué no son felices? Hoy en día en los
países de bienestar la gente puede ser más próspera que sus abuelos, pero
no son felices, cuatro veces más la gente dice que se siente sola. Confiamos
menos en los demás, en muy pocos se ve la integralidad y la honestidad de
su actuar, dos de tres creemos que los valores morales se han venido abajo.
No parece que haya mucha oportunidad para el optimismo en medio de tanta
prosperidad y comodidad en muchos lugares del Estado de bienestar. Las crisis
financieras amenazan constantemente el sueño de muchos.

Filosofía de la vida y la muerte

Esta semana llena de cargas emocionales y empeños, no pude preparar mi post de la semana. Así que tomo prestado esta entrevista que me hace El Comercio en su edición de hoy para guardarla en mi blog, y compartirla con ustedes.

“Henry Raad dice que olfatea la muerte, pero a los 71 años tiene tanta vitalidad que cualquiera duda de lo que dice. Se había propuesto que la novela de su vida ‘¡Valió la pena?’ fuera una publicación póstuma. Y como la muerte no le llega, decidió mandarla a la imprenta. Pero la idea de su lanzamiento posmórtem sigue vigente y lo cuenta con esa misma ironía con la que ha vivido. “Cuando ya esté en la cajita quiero que los libros estén ahí, al pie, y la gente se lleve el librito a la casa. Llegué a imaginar que la tinta de la impresión del libro llevara parte de mis cenizas, dramaturgo total, medio tétrico…”.

¿Valió la Pena?

Acabo de concluir la lectura del Libro ¡Valió la Pena? escrito por mi amigo de siempre Dr. Henry
Raad Antón, que en 643 páginas, escribe la historia de su vida, con solo 71 años de existencia,
que parecen 100 de experiencia, por su gran capacidad para escribir y razonar tan maravillosos
años vividos, dedicados al trabajo y al desarrollo de su extraordinaria capacidad de escribir para
expresar sus ideas y pensamientos sin tapujos, ni cobardía. Con solo una gran ventaja a su favor, la
siempre compañía de una gran mujer, su esposa Patrizia Puccini

Cada página de las 643 que he leído, me despertaron siempre un inusitado interés por leer la
siguiente pagina, por su brillo de honestidad y sinceridad con el cual termina un relato para
iniciar otro, producto de su gran capacidad para manejar sus pensamientos y convertirlos en una
historia que provoca seguir leyendo, si cansancio, ni fatiga.

Cálido

“Muero sin ti, vivo en una prisión, pasas por mí. ¡Cuarenta grados!” Dice Magneto. Así es, a veces
parece que vamos a morir si no conseguimos estar cerca de alguien o si no alcanzamos algo.
Alguien o algo que deseamos intensamente. Hasta que nos damos cuenta de que no necesitamos
a ese alguien o a ese algo para vivir. Y que ese deseo más que satisfacción, causa angustia e
inclusive sufrimiento.

Nos necesitamos a nosotros mismos, cada uno a su mismo ser. Y en ese ser necesitamos a Dios. ¡Y
ahí, en esa única y verdadera necesidad, lo encontramos!

A la muerte de Carlo Ma. Martini s. j.

La muerte del P. Carlo María Martini s. j. me ha golpeado emocionalmente. Este viernes
31 de agosto, mientras el fin de mes en esta fenicia Guayaquil se descuadernaba como
loco rumbo a la noche, Twitter trajo a mi desasosegada mente que esperaba la atención
de un funcionario público, la infausta noticia de la muerte del hoy por hoy más preclaro de
los jesuitas que la Compañía se preció en decir “es de los nuestros”.

Habrán sido dieciséis o diecisiete años la edad. El lugar sí lo recuerdo perfectamente:
un viejo árbol plantado a las afueras de la biblioteca del colegio Javier de los jesuitas
guayaquileños. El bullicio del primer y segundo recreo hacía mutis para mí. Ensimismado
en una apasionante lectura me encontré a lo largo de varios días con mi cabeza metida
entre las páginas de una preciosa obra: “¿En qué creen los que no creen?” Un intercambio
epistolar entre el brillante semiótico Umberto Eco y el purpurado piamontés de los
registros de la Compañía de Jesús italiana. Allí conocí a Carlo María. Eco ya había pasado
por mis manos con “En el nombre de la rosa”.

Amar y tu destino

Si amas a alguien o amas algo, no puedes hacer daño, ni a ese alguien, ni a ese algo.

Si amas a alguien o amas algo, intentarás por todos los medios de que esa persona haga
con su vida lo correcto. Si no, descansa y reflexiona, lo que sientes no es amor.

Puede suceder que te equivoques, pero siempre la vida te dará la oportunidad de reparar.

Muchos sentimientos pueden confundirte, ideas erróneas del amor que pueden llevar a
tu corazón por el sendero equivocado. No ama el que posee, o el que desea poseer algo o
a alguien. Aunque lo desee con todas las fuerzas de su alma.

Vivir Heroicamente (II)

Nuestro Dilema

“En el mundo se puede encontrar personas que saben superarse, ser mejores
versiones de sí mismas. Gracias a haber encontrado un propósito por el cual vale
la pena vivir, una visión por la cual vale la pena luchar y valores que valen la pena
defender”. Este siglo necesita desesperadamente legiones de personas dispuestas a
dar el paso y a vivir por un gran propósito, personas que sepan cómo hacer elecciones
sabias y que puedan hacer que cada día sea importante”. (Chris Lowney, 2010: 14).
Son los consejos que da el autor de “Vivir Heroicamente” a los jóvenes y personas de
hoy. Y es lo que queremos compartir y formar en nuestros lectores.

La clave de la vida está en tener claridad en los fines: ¿para qué estoy en este mundo?
¿Cuál es el fin de mi vida? Pero para ello, debe saber negociar las estrategias, teniendo
distinción de los medios, creando las estrategias adecuadas para alcanzar el fin.
Muchos sucumben en la vida, porque invierten las prioridades, el medio lo hacen fin,
no saben el para qué, caminan por el mundo sin norte, perdiéndose en un mundo
complejo y de cambios rápidos y bruscos.

La camita

Hay metas a las que no puedes llegar si intentas solo.

En las posturas de Hatta yoga, las asanas, hay una que al lograrla te llena de un inmenso placer,
es un goce estupendo, algo realmente delicioso, es la postura del arco. Muchas personas pueden
llegar a ella sin ayuda. No es mi caso. Hice el arco varias veces pero con ayuda. En ocasiones, y tal
vez sea lo que me ocurre a mí, es el miedo a “lo desconocido”, a que algo vaya a pasar, algo malo,
lo que impide que lleguemos a esa meta.

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