Ingrid, ¡por fin!
Quisiera interrumpir por algunos minutos el flujo de amargura de estas páginas, y no por no sentir yo las preocupaciones que viven Ustedes en su piel cada día. Me parece muy importante, hoy, quedarse aprovechando de un momento de verdadera y profunda felicidad por la liberación de aquella preciosa mujer que es Ingrid Betancourt.
Su historia ha sido nuestra historia. Estuvimos con ella en los pensamientos, sufriendo por sus fotos y sus cartas, por lo demás imaginando. Seis años y cinco meses sin nada…
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