Los tres años de Desde mi trinchera y la Junta Cívica de Guayaquil
El día jueves 1 de julio, tuvimos la reunión de los columnistas del Diario digital Desde mi trinchera. Es esta reunión evaluamos la acción del Diario en sus tres años de presencia en el medio. Es una satisfacción encontrar que el número de personas que están suscritas directamente a Desde mi trinchera, ha ido aumentando progresivamente. Al finalizar el primer año, teníamos 2799 suscriptores, al terminar el segundo, 5332 y ahora pasamos de los 13000 suscriptores. Tenemos presencia de suscriptores en toda América Latina, Estados Unidos de Norteamérica, varios países de Europa y otras partes, y tenemos un promedio de más de 9000 entradas de personas que no están suscritas, cada mes y de casi todo el mundo.
Entre las resoluciones que fueron tomadas en esa reunión, decidimos formalizar unas mesas redondas, invitando a personajes del ámbito nacional preferentemente, a un coloquio con los articulistas del Diario, para fomentar artículos de interés nacional, con comentarios y críticas constructivas, en favor del país.
El hombre que mintió
Había una vez una persona llamada Juan que veía la mentira como algo tan normal que mentía por cualquier tontería. Desde chico había visto a su padre y a su madre decir mentiras blancas usualmente. Esta persona mentía diciendo que ya había salido hacia algún sitio cuando todavía seguía en su casa; diciendo que estaba trabajando cuando estaba con sus amigos.
Decía que conocía a gente que no conocía con el afán de quedar bien, quedar como importante. Siempre decía que tenia influencia con políticos o que era amigo de personas famosas y contaba historias extraordinarias al respecto. Los amigos que lo conocían decían que había que creerle la mitad.
En el trabajo mentía diciendo que no había pasado nada ilegal mientras que sabía que un amigo había metido contrabando de cosas pequeñas por la aduana. Luego gradualmente estas cosas pequeñas fueron incrementando.
A propósito del mundial
Es impresionante la conmoción que produce el deporte. El mundial de fútbol acapara más del 30% de las noticias de los diarios. Los comentaristas hablan horas y horas sobre el tema, tanto en la televisión como en la radio. Es decir, los medios de comunicación nos tienen saturados sobre el tema.
Uno de los puntos polémicos es el famoso jabulani, palabra zulú que significa celebrar y que es el nombre del balón oficial de fútbol que ha recibido muchas críticas. No he tenido en mis manos un jabulani, pero por lo que veo en las imágenes, creo que el problema no está en el balón, sino en los colores. La forma de las imágenes distorsiona un poco la imagen redonda del balón y puede provocar reacciones equivocadas al patear o atrapar la pelota. Cuando se lo ve en tierra, parado parcialmente sobre uno de sus dibujos, no parece redondo. Una empresa experta en la producción de balones de fútbol, no puede crear uno defectuoso y menos para un campeonato mundial.
Un comentario a mis artículos
Desde mi Trinchera (DMT) es de cierto modo un foro donde se expresan ideas y quien reprodujo comentarios de Juan Paz y Miño es bienvenido, así los guayaquileños conocen el pensamiento de ese historiador. Como he mencionado en algunas oportunidades el revisionismo histórico es común en países del Primer Mundo, en el Tercero al que pertenece el nuestro, es rechazado por supuestamente atentar contra la historia. Es una expresión más del atraso mental de las sociedades de naciones atrasadas.
En mis análisis históricos publicados en DMT, desde hace varios meses, utilizo mayoritariamente fuentes de la época, no menos de veinte obras escritas entre 1820 y 1850, además de cartas y comentarios de diarios de ese período; no me baso en historiadores de fines del siglo XIX o XX con sesgos ideológicos, sólo dos libros escritos por no latinoamericanos, reconocidas autoridades sobre la época y personajes sobre los que han escrito; sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas. Mis fuentes son de personas que vivieron y fueron protagonistas directa o indirectamente de lo que sucedió en Ecuador durante la Independencia y primeros años de la república.
Tu cuerpo y tu alma
Un niño entra llorando a la casa y al encontrar a su madre, le dice llorando: Me caí y tengo herida mi rodilla, La madre con paciencia y calmándolo lo lleva al baño, con agua tibia y jabón le limpia la tierra de la rodilla, la desinfecta y la cubre. El niño se va tranquilo, sigue jugando y se olvida de su rodilla herida y en pocos días, ésta está curada totalmente. Otro niño sufre el mismo problema, pero luego de ser curada su rodilla, se sigue tocando y cada costra pequeña que aparece, la saca con su uña y el problema persiste días y semanas.
Lo mismo que pasa con nuestro cuerpo, pasa con nuestra alma. Cuando sufrimos una herida y andamos removiendo sus escombros, nunca logra cicatrizar definitivamente y seguimos sufriendo el dolor causado por esa herida en el alma. Si razonamos sobre la causa de esa herida y decidimos no tomarla en cuenta más y pagamos el mal que nos hicieron con bien, como por arte de magia, esa heri
¡Guarda tu espada!
Leyendo “Mi vida es mi mensaje”, biografía de Gandhi escrita por el sacerdote jesuita John Dear, encontré una frase: “Los medios tienen que determinar los fines”, y no se cansó de decirlo con su propia vida, hasta que murió asesinado. Gandhi, ese mismo que fue víctima de la persecución racial. Quien fue arrojado de un tren por tener un color diferente al blanco y negarse por eso a viajar en “tercera clase”. Ese mismo que nos conmueve con su vida. Gandhi se representa en el migrante de nuestros días. En los migrantes a los sacan como a perros o matan como a ratas, porqué no tienen papeles…
“Satyagraha” o “Fuerza de la verdad”, significa resistir a la mentira con medios sinceros. Dijo Gandhi: “Quien permanece fiel a ella no conoce la frustración ni la desesperación”.
Complicidad y amistad
La amistad, como muy bien lo describe Cicerón, “no puede existir más que entre personas de bien… los que se comportan y viven de tal manera que se aprueba su fidelidad, su integridad, su ecuanimidad, su liberalidad; que no se ve en ellos ninguna ambición, ni capricho, ni audacia…”. La amistad verdadera está descrita adecuadamente en el diccionario de la Real Academia Española: “el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”, pero hay algo más, que tiene que tender al bien, a la honestidad. La amistad que tiende al mal, la asociación para delinquir, la unión para realizar actos reñidos con la ley, tiene otro nombre: Complicidad.
El Diccionario de la RAE describe la Complicidad como cualidad de cómplice, y cómplice en su primera acepción, como participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas.
El Obstáculo
Antoine de Saint-Exupéry, famoso autor de El Principito, escribió en su libro Tierra de los Hombres: “El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo”.
¿Cuál es ese obstáculo que nos permite descubrirnos?
Nosotros mismos. Ese es el obstáculo y no otro.
Cada quien es su medida. Podemos obstaculizar nuestro paso por la vida o permitir que todo fluya. Vencer el obstáculo es irnos conociendo. Profundizar en lo que somos y en lo deseamos llegar a ser. Qué dejar, qué descartar.
El dolor y la fe
Hay dos clases de dolor: el dolor físico y el dolor del alma, y ambos provocan sufrimiento al ser humano. Creo que muchos, si se pudiera elegir, escogeríamos el dolor físico, porque podemos tener más control sobre él.
En todo caso el sufrimiento, el dolor, puede ayudar a fortalecer la fe y muchas personas pueden aferrarse a ella como a una tabla de salvación para poder salir adelante, o entrar en una duda incluso de la existencia de Dios, destruyendo la fe.
Perder un padre o una madre, nos hace huérfanos, perder el esposo o la esposa, nos convierte en viudos, perder un hijo… no tiene nombre. Estas duras pruebas por las que tenemos que pasar, son quizás los sufrimientos más profundos del alma.
A mi madre
Esta es la primera carta que te escribo en mis casi 32 años de vida. No sé cómo pude perder tanto tiempo y oportunidades para manifestarte cuánto valoro que estés al frente de mi familia. Por eso ha sido muy importante para mi pensar bien lo que en estas líneas quiero decirte, sobre todo porque estoy seguro de que estás viviendo momentos muy especiales en un fantástico encuentro con Dios en el que todo se transforma en susceptibilidades. En realidad lo que menos quiero ahora es que llores o que te desconectes de la paz y del gozo que muy seguramente ha tocado tu corazón en las últimas horas. Pero no encuentro más palabras para dirigirme a ti que las que causan sentimiento porque también estoy muy emocionado.
Tengo un mar de agradecimientos para ti. Te agradezco primero por haberme deseado mucho desde antes de mi concepción (así me lo repites cada madrugada de mi cumpleaños después de cantarme las mañanitas). Te agradezco por haber sido valiente y haberme dado la vida. Te agradezco por haber tolerado y sufrido con paciencia todas las cosas malas de tu época de esposa en el afán de que la figura del padre no me falte mientras crecía. Te agradezco por la devoción con la que educaste mi conocimiento y mi espíritu, pues tú has sido la inspiración y el talante para no dejar de ser católico cuando otras iglesias me tentaban en los momentos en los que erróneamente creí Dios me había abandonado. Te agradezco por el amor y la obsesión con los que me has cuidado y has procurado hacer de mi una persona de bien. Te agradezco por el inmenso sacrificio físico y mental al que te has sometido durante toda tu existencia por darme, incluso en la actualidad, el pan de cada día. También te agradezco por tu fortaleza y carácter fuerte porque con él me has hecho reaccionar cuando he estado desorientado. Pero muy particularmente te agradezco por la paciencia y resignación con la que me has aceptado tal como soy.