Madrid octubre de 1965. Experimentaba mi primer otoño y estaba atento y asombrado por la inimaginable multiplicidad de colores de las hojas que se desprendían de sus árboles formando una alfombra inmensamente bella. Recogí un par de ellas y las puse al interior del libro que portaba. Nunca antes había traspasado la frontera de mi patria tropical por lo que la experiencia resultaba intensa y receptaba ese paisaje con una intensidad que todavía perdura en la retina. Las cuatro estaciones marcan el proceso vital de la naturaleza. La primavera en la niñez. Infancia y primera juventud, el verano la edad productiva, el otoño la sabiduría y la conciencia de que todo se acaba. Finalmente el invierno que es la vejez y la muerte. Luego todo empieza de nuevo y así año a año.
En ese otoño conocí a Jacinto Faya Viesca. Así, hace 48 años se inició una hermosa y estrecha relación de amistad destinada a durar hasta las 01h30 del 8 de enero del 2013.